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Tribuna:LA PACIFICACIÓN DE CENTROAMÉRICA
Tribuna
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Esquipulas, estrategia para la paz

Managua, julio de 1979. Las campanas de la derruida catedral doblaron con arrebato celebrando el advenimiento de un nuevo amanecer. Atrás quedaban cuatro décadas de dictadura dinástica, una de las más significativas por sus latrocinios y horrores en Latinoamérica.Borrado ese negro capítulo de la historia, los distintos sectores políticos y sociales de Nicaragua, animosos entre la alegría de haber sobrevivido y la amargura del luto, se aprestaron a reconstruir la nación y levantar sus escombros para esculpir en su geografía otra identidad, sin odios ni rencores. Ausentes los paredones, sólo la justicia ordenaría el caos.

La revolución sandinista empezó a cumplir un programa que, naturalmente, como ocurre en cualquier país, no a todos satisfacía, pues de lo contrario no existirían las variadas ideologías y pensamientos. En síntesis, se imponía la lógica de las mayorías desposeídas en el pasado de tierras, vivienda, pan y trabajo. Pluralismo político y economía mixta eran los pilares que constituirían la base de la nueva Nicaragua. Antes sólo dos partidos políticos -el somocista y el conservador- eran legales y la familia Somoza administraba el país como una gran hacienda.

Si la alternativa que sustentaba la revolución demarcó distancias entre los nicaragüenses y los derrotados somocistas no se resignaron, más complicada se presentaba la convivencia con Gobiernos de diferentes sistemas políticos, alentados algunos por la Administración más conservadora y guerrerista que ha tenido Estados Unidos.

Sinónimo de comunismo

Nicaragua se volvió sinónimo de comunismo, y las metas sociales que se cumplían así fueron caracterizadas: alfabetización, reforma agraria, cooperativismo y sanidad.

Rechazada la posibilidad de convivir con ese fenómeno nuevo en una Centroamérica históricamente plagada de guerras, pobreza y guerrillas surgidas en la década de los sesenta, el proyecto sandinista empieza a defenderse del asedio que la Casa Blanca ha organizado y financiado. Se responsabiliza a un país de los padecimientos históricos de la región, sembrándose la desconfianza, empujando a sus pueblos al borde de la guerra.

La necesidad de armarse para la defensa fue tergiversada como un deseo de armarse para agredir.

Afortunadamente, el resurgir de la identidad latinoamericana trajo consigo la voluntad de mediar para evitar un conflicto de incalculables consecuencias, y es meritorio reconocerle a la iniciativa de Contadora su capacidad de gestión para contener la guerra en el istmo.

Después de agitados períodos durante los cuales aumentaron el resquemor, el enfriamiento diplomático, las pérdidas de vidas humanas, el endeudamiento y el subdesarrollo, se abre al fin una esperanza para la paz.

Los presidentes centroamericanos se han comprometido en los Acuerdos de Esquipulas a implantar la reconciliación nacional en cada uno de sus países a través del diálogo, la amnistía y la libertad de pensamiento; y a nivel regional, a eliminar las condiciones que pudieron motivar la intolerancia entre sistemas políticos, que con los acuerdos gozarán de respeto, soberanía y autodeterminación.

La firma de esos acuerdos por el presidente de Nicaragua constituye el convencimiento de que su implementación es el mejor camino para la paz que el pueblo nicaragüense anheló desde 1979.

Se llaman a engaño los que, desde el análisis larvado, piensen que es una táctica sandinista; otra más, pensarán otros.

En definitiva, es la estrategia para la paz, cauce certero para crear las condiciones que el proyecto político de la revolución necesita para cumplir con su programa de gobierno.

Tampoco la firma de los acuerdos es una concesión en tanto no es producto de una emboscada. Jamás se rechazó el diálogo con los Gobiernos de la región, existió presencia en Contadora y la oferta de dialogar con la Administración Reagan sigue teniendo vigencia en la medida que ha creado y rectorea la contra.

Estratégicamente, la contrarrevolución ya no representa el peligro de hace tres años, ha sufrido miles de bajas y centenares se han acogido a la amnistía desde principios de año. El terrorismo practicado no se tradujo en victorias militares que consolidaran el proyecto de la Casa Blanca.

Voces amigas de América y Europa le pedían al sandinismo gestos y después hechos para facilitar la paz. Hechos se están realizando. Mas no por la sugerencia en sí. Los acuerdos serán cumplidos por cuanto los mismos dotarán al país de una estabilidad y conciliación interna entre los sectores sociales que por medio del diálogo, la amnistía y el desalzamiento harán posible la cristalización de un proyecto político en cuya constitución están plasmados los mismos principios políticos suscritos en los Acuerdos de Esquipulas.

Pluralismo político, economía mixta y el establecimiento de sistemas más sociales e igualitarios constituirán los olivos que unificarán las fronteras de cinco pequeñas. naciones engrandecidas por su voluntad de escoger el diálogo para convivir.

La ayuda de Europa

Queda pendiente una decisión. La voluntad aún no manifiesta de la Administración Reagan de abandonar el método de la fuerza y el terror para imponer los destinos que 20 millones de centroamericanos, al contar con mayoría de edad política, pueden hacer por sí mismos sin perjudicar ni agredir a potencia alguna.

A Europa y sus instituciones les corresponde ahora, y no mañana, coadyuvar política y económicamente en la hora definitiva centroamericana demandando gestos y hechos del Gobierno norteamericano, que bien podría destinar fondos millonarios a la paz y no al terror.

Orlando Castillo Estrada es embajador de Nicaragua en España.

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