Buenos y malos
Mario Onaindía dice de su novela Grand Place que refleja un problema de enfrentamiento de generaciones y el valor de una mujer para ser ella misma y ampliar Ias pequeñas libertades"; y es la historia de amor de esta mujer con un militante nacionalista vasco que pasó ocho años en la cárcel; los dos se reencuentran en la plaza Mayor de Bruselas y debaten y evocan su pasado.En la adaptación escrita por Paco Obregón y dirigida por él este tema aparece como secundario y queda en primer plano la dominación del pueblo vasco por militares -en la guerra civil-, por policías y guardias civiles en la actualidad. Aparte de la deliberación de este propósito, redunda la forma peculiar de hacer teatro de este director y su compañía, Teatro Geroa. En su forma de colocar las luces -desde abajo, generalmente- y la agrupación y movimiento de actores parece muy influido del antiguo expresionismo alemán y toma todo su énfasis.
Grand Place
Autor y director: Paco Obregón, según la novela de Mario Onaindía. Intérpretes: Javier Alday, Izaskun Asúa, lolanda Begiristáin, Juan Lu Escudero, Kea Gallego, Juan Carlos Garaizábal, Manuel Moreno. Escenografía y vestuario: José Ibarrola. Producción: Teatro Geroa. Estreno: Sala de Columnas del Círculo de Bellas Artes. Madrid, 17 de septiembre.
De ello y de la dureza de algunas escenas y del. patetismo de las víctimas se presenta el melodrama con todas sus consecuencias: una obra de buenos y malos. De esta forma se hurta lo que debería ser un verdadero debate, o al menos una explicación, de la cuestión vasca.
Seres abrumados
Los movimientos de los actores son pesados, rígidos, lentos: seres abrumados por la desgracia que se desploma sobre ellos. Hay un par de momentos de alegría: uno es el de la enseñanza al protagonista del tiro con pistola, con el ensayo del cañón en la cabeza a un supuesto policía, aunque la repetición de gestos de farsa, la rigidez y el énfasis sobrecarguen el intento de humor, que chirría por el tema en sí, que es dramático.Otro lo proporciona la protagonista femenina con la danza final de su joven cuerpo desnudo y, en general, con su presencia a lo largo de toda la obra: una presencia de amor y de sensualidad iniciática. La actriz Izaskuri Asúa transmite esa voluntad femenina; el actor Manuel Moreno, en cambio, trabaja con rigidez.
Toda la obra está muy ensayada para llegar a esos propósitos de exaltación, de víctimas y verdugos, de buenos y malos. El escenario está dispuesto en una elipse -sueño de parrilla bajo el que están los reflectores- y el público se sienta en torno, muy próximo a la acción, con deseo de que se meta en ella. Escuchó en silencio durante la hora y media del espectáculo y al final aplaudió con energía a los actores.
Babelia
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