Final pedagógico
ENVIADO ESPECIALUn reciente programa de Jazz entre amigos ha vuelto a poner de actualidad la discusión sobre la crítica. El principal reproche que se nos hace a los críticos de jazz es que somos poco pedagógicos. Y es verdad pero el aficionado español no puede quejarse, porque aquí en cuestiones de pedagogía los músicos se las pintan solos.
Por ejemplo, Pedro Iturralde, que convierte sus presentaciones en lecciones magistrales. O Donna Hightower, que primero dice que no habla bien español, y luego sigue con que va a cantar Lush life en homenaje a John Coltrane, porque la canción es de Billy Strayhorn, pero Coltrane la grabé con Johnny Hartmann, y que ella siempre tiene a Georgia en su pensamiento porque hay una canción que etcétera, etcétera, etcétera.
XI Festival de Jazz de Vitoria
Pedro Iturralde. Donna Hightower. CD Players. Polideportivo de Mendizorroza. 18 de julio.
Presentaciones aparte, Pedro Iturralde interpretó con su acostumbrada solvencia un programa que, lógicamente, le salió más coltraniano que otras veces. Con él, Jean-Luc Vallet al piano, Horacio Fumero al bajo y Peer Wyboris a la batería, hicieron un jazz precioso, el de casa, el que nos queda cuando no nos queda jazz.
Acompañamiento oportuno
Luego salió Donna Higlitower y se marcó ella solita Sometimes I feel like a motherless child, con tanto sentimiento que a mitad de la canción un niño se echó a llorar. No se puede concebir más poder de comunicación, ni acompañamiento más oportuno. Luego, en el repertorio laico, volvieron Iturralde y los suyos. En la sección rítmica salió Horacio Icasto en lugar de Vallet y estuvo muy inteligente, siempre en segundo plano, que es lo propio cuando hay una cantante.El quinteto CD Players se ha formado para hacer publicidad de una marca de discos compactos, así que es lógico que suenen bien. De todas maneras, en ningún tipo de disco conseguirán un sonido más perfecto que el que ellos y todos los demás tuvieron en Vitoria.
El grupo no es precisamente compacto. Randy Brecker, trompeta, es otro producto de la escuela Berklee -con k, por Dios, como kultura o kaka de luxe-; todo le sale muy técnico y muy mono, pero dice muy poquito. Lo contrario le pasa a Benny Wallace, a quien todo se le va en exabruptos. Cuando irrumpe con su desaforado saxo tenor, está a punto de cargarse todo el montaje, lo cual, de otro lado, resultaría muy jazzístico.
Menos mal que Marc Johnson al bajo y Peter Erskine a la batería aguantan lo que les echen. Johnson trabaja mejor cuanto más espacio tiene; con Erskine no hay preocupaciones, porque es buenísimo en todo. Algo peor es la pianista, Eliane Elias, cónyuge del susodicho Brecker.
Pero como la chica es guapísima y sale muy ceñida y disfrazada de leoparda, la afición se lo perdona todo.
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