La vanguardia serena
Es bien sabido que los románticos radicales, desde sus cuarteles del Norte, clamaron por transformar al individuo; los superrealistas, algún tiempo después, lanzaron al aire -poblado todavía por los perfumes de gases letales- la consigna de cambiar la vida y la sociedad; la vanguardia española, sin embargo, no fue, en general, demasiado lejos en sus planteamientos. Se dijeron: ni cambiar la sociedad ni transformarnos nosotros, hagamos una poesía un poco diferente. La neutralidad de las vanguardias hispanas, cuyas siluetas perfilan el gran retrato de la generación del 27, pasaba por una orilla poblada por algunos tímidos superrealistas: Lorca, Aleixandre y Alberti, ciertos otros coqueteando con el ultraísmo; y una sección más, acampada en la ribera del creacionismo: ahí se encontraba el joven Gerardo Diego.En Diego cohabitan dos maneras poéticas radicalmente diferentes que también significan una doble mirada, una concepción que el propio poeta definió como poesía relativa; es decir, por una parte la búsqueda de lo absoluto y de la autonomía del poema frente al universo, y en su otro sentido, una posición realista y clásica. Es conocido aquel poema donde sincretiza esta posición dual, aquellos versos con los que se abre Evasión y donde se construye un poema humorístico y de gran novedad con un sistema de versificación consistente en emplear cuartetos de rima consonante; esta confluencia alcanza su punto más álgido en Alondra de verdad,(1941).
El creacionismo, como bien recoge la historia de la literatura, lo inventó Vicente Huidobro: "Crear un poema como la naturaleza crea un árbol" y lo transmitió a Juan Larrea y a Gerardo Diego, quienes, curiosamente, realizan una metáfora al abrazar un ismo literario con sabor a Antiguo Testamento, dos condiscípulos de las enseñanzas de Loyola.
Cultivo de la imagen
La producción vanguardista de Diego está perfectamente recogida y separada del resto de su obra. Este gran ciclo poético, que en palabras del poeta "dio sentido a mi obra", alcanza hasta el año 1974 y aglutina desde los poemas de Imagen hasta Biografía continuada. La poesía de creación, para estos poetas de vanguardia serena, debía de ser humana, viva, despierta, consciente -una forma de disociarse de los postulados superrealistas-, activa, no política y sensible.
Uno de los grandes intereses del grupo sería también el cultivo de la imagen, culto que hace observar a Jorge Guillén, que será uno de los rasgos comunes a todos los miembros de su generación. Este apasionamiento por la imagen, por supuesto literaria, llevaría al poeta a los brazos de Góngora -recordemos que Diego sería uno de los principales promotores del famoso homenaje a Góngora-; fruto de este himeneo sería uno de sus más estimables libros -por lo menos así lo considero- Fábula de Equis y Zeda (1932).
Las influencias literarias de nuestro poeta no se pararon en su fidelidad al maestro cordobés, él fue un buen lector de Mallarmé, inspiración que no será parte despreciable de su obra. Esa manera tan generacional de utilizar los recursos vanguardistas: desde los possimbolistas, futuristas, superrealistas y ultraístas para su propia y personal obra, y esa dualidad permanente de realidad y absoluto serán, pues, las principales características de este poeta que acaba de comenzar a nacer para la historia.
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