Cooperación occidental para luchar contra el SIDA
La cumbre de Venecia concluyó ayer con blandas declaraciones políticas y económicas de buenas intenciones, producto de inevitables compromisos entre los aliados occidentales, y la novedad de un llamamiento a la cooperacción internacional para luchar contra la plaga del SIDA, con medidas que respeten los derechos humanos y una conferencia mundial para educar a la población. La falta de expectativas sobre una reunión anual que se ha convertido más en un circo para consumo de las televisiones y uso político interno para líderes con problemas se confirmó plenamente en esta ciudad-joya de la vieja Europa.
ENVIADO ESPECIAL
La sombra de Mijail Gorbachov ha planeado sobre la laguna veneciana, sin que los participantes en la cumbre supieran qué hacer frente a este nuevo fenómeno político que amenaza con cambiarlas reglas de un juego establecido e inmutable desde hace 40 años.Los jefes de Estado y de Gobierno de Estados Unidos, Japón, la República Federal de Alemania, Francia, Italia, el Reino Unido, Canadá y los representantes de la Comunidad Europea ocultaron sus profundas diferencias en cuestiones internacionales, sobre todo entre Washington y Europa en la crisis del golfo Pérsico.
Reagan vuelve a casa sin el apoyo europeo que buscaba para una operación de castigo contra Irán, y la guerra entre Irak e Irán se remite al marco de la ONU, un foro tradicionalmente inoperante. Los europeos no quieren dejar de vender armas y hacer negocio con los países beligerantes y Washington no está en condiciones de presionar mucho sobre este asunto tras el fiasco del Irangate.
Los dirigentes del Occidente rico abandonan Venecia con declaraciones de autocomplacencia. Todos ellos pueden vender algo positivo en los comunicados finales, pero sin haber definido nuevas estrategias y acciones que eviten una recesión económica mundial y la forma de afrontar el diálogo con la nueva URSS de Gorbachov. Se contentaron con mucho menos. Pero, por primera vez, hay un reconocimiento de que algo se está moviendo en el Este ante lo que hay que permanecer "alertas y vigilantes".
En Venecia se ha producido además un relevante silencio sobre los euromisiles y tampoco se ha apoyado, explícitamente, la posicion negociadora de EE UU frente a la URSS. Se espera que esto sea subsanado hoy en la reunión de la OTAN en Islandia. Se sigue hablando de la importancia de la disuasión nuclear y se detecta una incapacidad para establecer una nueva estrategia que suceda a la respuesta flexible, necesaria ante lo que parece el inicio de un principio de desnuclearización de Europa.
En el terreno económico, sólo se aprecia realmente una novedad sobre anteriores reuniones: la creación de una especie de termómetro para la vigilancia conjunta del comportamiento de las principales economías de las naciones industrializadas, un "sistema de alarma previa" en palabras del secretario del Tesoro de EE UU, James Baker. Los siete son muy lúcidos en el diagnóstico de los problemas que paralizan el crecimiento económico y contraen el comercio mundial: proteccionismo, déficit estructurales en EE UU, desajustes entre las monedas, agobio de la deuda externa para los países en desarrollo, cierre del mercado interno en Japón y falta de estímulos en la economía de la RFA. Pero los grandes no ofrecen curas que no sean las conocidas recetas liberaliz adoras. Nadie quiere ceder soberanía ni acepta aparecer como culpable de que la economía mundial corra el peligro de estancamiento.
A pesar de que Ronald Reagan se mostró ayer "satisfecho" por los resultados de la "cumbre" -para Baker ha sido "un éxito", con "claros progresos" en temas económicos-, Washington no puede presentar unos balance muy l'avorables. Sus presiones para lograr apoyo específico aliado en el Golfo naufragaron ante unos aliados que no se olvidan del ataque a Libia.
Esto creará frustración en EEUU, donde la opinión pública y el Congreso entienden que el país está pagando un precio excesivo para. defender el petróleo de unos aliados que no quieren compartir las cargas. Esta incomprensión se extiende a la defensa de Europa con tropas norteamericanas, algo cada vez más impopular en EEUU donde resurgen con fuerza las voces aislacionistas.
Falta de liderazgo
La cumbre de Venecia ha reflejado también la ausencia de un liderazgo claro occidental, que ya no ejerce como hasta el año pasado Ronald Reagan. El resto de los dirigentes tampoco está en especial buena forma y se necesitarían hoy personajes de la talla de Churchill, De Gaulle, Brandt o Helmut Schmidt Europa no ofrece el repuesto a las carencias de EE UU y, sólo Margaret Thatcher aparece con cierto peso específico pero su enfeudamiento a Washington la hace sospechosa. En esta cumbre, sólo ha fancionado el eje entre EE UU y el Reino Unido, siendo éste el único aliado verdaderamente fiable para Washington.El presidente norteamericano llegó a Europa con el propósito de demostrar que, a pesar de la catástrofe política del escándalo Irangate, aún no está acabado y puede ser un líder efectivo del mundo libre. Funcionarios estadonidenses afirmaban ayer que esto ha sido confirmado. "No hay duda de que somos capaces de liderar el mundo, y el presidente especialmente, pero también buscamos liderazgo en otros países", declaró James Baker. Y Reagan, en una conferencia de prensa que dará hoy desde Venecia y en un discurso televisado a su país el lunes, tratará de proyectar esta imagen para consumo interno de EEUU.
A pesar de todo, EE UU sigue siendo el único país de los siete capaz de definir el temario de la reunión y el marco de la discusión, aunque no consiga sus propósitos. Europa actúa reactivamente, sin capacidad ni siquiera intención de imponer sus criterios. Y Japón es otro mundo con intereses diferentes.
Esta escasez de resultados hacía preguntarse ayer a los observadores si compensa este espectáculo anual de cumbres económicas, que fueron concebidas en 1982 por el presidente francés Valéry Giscard d'Estaing como reuniones informales, y que han acabado desvirtuadas.
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