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Reportaje:El doble juego internacional en Africa austral / 1

Las 'fieras' se reparten el pastel angoleño

"Cuando los elefantes pelean, la hierba de la sabana es la que queda arrasada", reza un antiguo refrán africano. La Unión Soviética y Estados Unidos son los elefantes que han elegido Angola como campo de batalla para asentar su influencia en África austral. Estados Unidos arma a la guerrilla de la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA), que lucha contra el régimen marxista de Luanda, apoyado por soviéticos y cubanos. Pero Washington es, a la vez, el primer socio económico del Gobierno angoleño, al que le compra el 60% del petróleo que sus pozos producen. Y las tropas cubanas, cuya retirada exige Estados Unidos, son las encargadas de defender los yacimientos del oro negro de Cabinda -en los que ondea la bandera de la Gulf Oil- frente a los sabotajes de UNITA y de comandos surafricanos.

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Estos son los entresijos de una lucha que tiene como escenario, una de las sabanas más ricas en materias primas en el mundo. Y entre bastidores, las fieras se reparten el pastel. Angola apoya a las guerrillas del Congreso Nacional Africano (ANC) y de la Organización Popular de Africa del Suroeste (SWAPO), que luchan contra el apartheid en Suráfrica y la colonización de Pretoria del territorio de Namibia que linda con el sur angoleño. Ojo por ojo, diente por diente, Suráfrica les devuelve la moneda con su apoyo a la guerrilla de Jonás Savimbi, que se enfrenta desde hace 12 años al Gobierno marxista angoleño del Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA). Savimbi, la bestia negra de Luanda, tiene entre los objetivos de sus ataques las minas de diamantes angoleñas, que el Gobierno se vio recientemente obligado a cerrar por estas acciones. Minas que explotaba Suráfrica..."Parece algo de locos, pero es muy fácil", intentan explicar fuentes angoleñas. "Una cosa es lo que se dice de boquilla para mantener la cara ante la opinión pública, y otra, los intereses comerciales". La historia, por tanto, tiene dos frentes. Para la galería y los comunicados oficiales, Angola es uno de los países de la línea del frente -integrada además por Zambia, Zimbabue, Mozambique, Tanzania y Botsuana- más afectados por la guerra no declarada que Suráfrica mantiene con sus vecinos negros para defender lo indefendible: el apartheid.

El presidente angoleño, Eduardo dos Santos, volvió a recordar hace dos semanas que Suráfrica nunca cumplió la promesa hecha en 1984 de retirarse del sur de Angola. "En este momento, cerca de seis batallones patrullan, con el apoyo de helicópteros, una franja de 250 kilómetros en nuestro territorio".

Estados Unidos, por su parte, justifica la rebeldía de Suráfrica ante la ONU, que le ha ordenado abandonar Namibia, y su negativa a concederle la independencia mientras sigan en Angola los 35.000 cubanos -entre civiles y militares- que desde 1984 mantienen su línea roja a la altura del paralelo 16. No sólo eso, sino que además su fe anticomunista le ha llevado a armar a UNITA a través de su otro gran aliado en África, Zaire.

Base de EE UU en Zaire

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"Todos están muy preocupados por la presencia de los cubanos en Angola, pero nadie dice nada de lo que supone para nosotros la instalación de la base norteamericana de Kamina, en el sur de Zaire, a las puertas de nuestra casa", afirma Joáo Lorengo, presidente de la Asamblea provincial de Benguela. "Es impensable que EE UU o Suráfrica cuenten con la retirada de las tropas cubanas en Angola. Sería cuestionar la soberanía del Estado angoleño. Igual que les pedimos a los cubanos que vinieran a defendemos de los surafricanos, cuando cese la amenaza les diremos: amigos, podéis volver a vuestras casas", añade Miguel de Carvalho, director del centro de prensa de Luánda, más conocido por su nombre de guerra en los tiempos de la lucha por la liberación: Wadijimbi (el que olvida).

La agresión surafricana es innegable, pero el resto no está tan claro. "Decir que los cubanos llegaron aquí para defender a Angola de los ataques de Suráfrica es tergiversar los hechos; ellos estaban aquí antes de la independencia de los portugueses, junto al MPLA, e hicieron posible que el partido marxista se hiciera con el poder frente a los demás grupos de liberación", afirma un observador occidental en Luanda.

Pero la presencia cubana es un elemento que puede ser utilizado para darle la vuelta a la tortilla y ser comprensivos hacia la actitud de Suráfrica o de EE UU; el bloque occidental no va a admitir una amenaza en sus posiciones en África austral. Es decir, la que supondría la independencia de un territorio que en el futuro puede servir para prolongar la línea roja cubana hasta las fronteras de Pretoria.

Los propios angoleños son flexibles en este sentido. No reniegan de su apoyo incondicional a los hermanos de la SWAPO, de cuya actuación, privadamente, no están satisfechos. Pero al mismo tiempo están preparando el terreno a una Suráfrica sin apartheid, que están dispuestos a aceptar tal como es, con capitalismo incluido. "El apartheid es una vergüenza. que debe ser erradicada, pero ello no quita que estemos convencidos de que los blancos surafricanos son tan africanos como nosotros", afirman fuentes angoleñas en Luánda. Y van más allá: "Está claro que el marxismo no es algo que debe encajar en todas partes, y Suráfrica, debido a su avanzada industrialización, es un claro ejemplo. Y no tiene que. ser forzosamente el camino de Namibia".

El ministro de Información mozambiqueño, Teodato Hunguana, declaró recientemente a este periódico que "la integración de los países de la zona, con el gigante surafricano a la cabeza, en una organización que siga los pasos de la Comunidad Europea supondrá un desafío económico que ya asusta a muchas potencias mundiales". Y es que Suráfrica sigue siendo el principal proveedor para sus vecinos y la línea del frente, el gran mercado para los productos de Pretoria.

"Hay dem,asiados intereses económicos en la zona y el apartheid ya no puede durar rnucho", dicen las autoridades angoleñas. "Incluso EE UU se ha dado cuenta de que no vale la pena renunciar al petróleo de Cabinda, está dando marcha atrás e intenta equilibrar su apoyo a Suráfrica con un refórzamiento de la estabilidad de la línea del frente".

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