El ojo francés
Hace unas semanas, la editorial francesa Autrement publicó en París un libro cuyo título podría traducirse por Los toros que uno lleva dentro de sí. Se trata de una serie de entrevistas con toreros retirados -Luis Miguel, Ordóñez, Pepe Luis, etcétera- realizadas por François Zumbiehl, antiguo consejero cultural de la Embajada de Francia en España y gran aficionado a los toros. Simultáneamente salió en la núsma editorial otro libro, coordinado por el autor de estas líneas, en el cual un grupo de intelectuales franceses y españoles une sus esfuerzos para explicar lo que ha sido la movida y en qué consiste la nueva cultura madrileña de esos últimos 10 años.Sin embargo, también en,este libro los textos y la iconografía, conceden una cierta importancia al tema taurino. Eso ha sido, paradójicamente, motivo de críticas por parte de un sector del público cuando los dos libros se presentaron en el Instituto Francés de Madrid. ¿Por qué, se nos ha preguntado, los franceses resaltan tanto la afición de los españoles a los toros? ¿No sería acaso con alguna intención despreciativa? ¿Quizá no se sepa que hay mucho más que decir sobre la cultura española?
Claro que sí, se sabe. El despertar del cine, de la pintura, del rock o del diseño en la España de los ochenta es precisamente el fenómeno cultural que más interesa a los franceses en este momento. Sin embargo, la originalidad de este fenómeno reside también en que las nuevas tendencias artísticas no pretenden anular el fondo tradicional de la cultura hispánica, sino más bien integrarlo y reinterpretarlo.
No es casualidad, por ejemplo, si la penúltima película de Pedro Almodóvar se llama Matador, si el mundo taurino vuelve a aparecer en algunos dibujos de Ceesepe o en alguna pintura de Viladecans, si el flamenco -el cual está, obviamente, relacionado con los toros- sigue siendo la primera fuente de inspiración del gran bailarín Antonio Gades. El último espectáculo de La Cuadra de Sevilla se va desarrollando en un ruedo, y nadie se atreverá a decir que La Cuadra no sea un grupo de vanguardia -además, uno de los que más a menudo viajan por Francia-. A mí, personalmente, todo eso no me molesta. Al revés, estoy convencido de que la mejor prueba de vitalidad es, para una determinada cultura, su capacidad de asimilar la herencia del pasado, transformándola en algo vivo y cargado de simbolismo. En otras palabras: los toros no se deben asinúlar a la España de pandereta, y si todos queremos olvidarnos de ésta, sin embargo, no vamos a dejar de interesarnos por estos nobles animales.
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