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Fraude

Rosa Montero

Ya hemos entrado en la recta final hacia la renta. Amargo momento de reflexión contable, crujidor de bolsillos y dientes, que este año parece aún más amedrentante por la reciente historia ejemplar de Lola Flores.Han andado muy vivos los de Hacienda al escoger un chivo expiatorio tan apropiado y suculento. Me asombra el sopesar la irritación que la Lola causa en el país aún hoy, tantas semanas después de que el asunto comenzase. E incluso la pobre jueza se ha llevado algún capón del respetable por el simple hecho de hacer un comentario sosegado.

O sea, que los contribuyentes están algo rabiosos. Siempre fastidia horrores que el Estado te chupe las hijuelas, máxime cuando luego no se le ve al expolio un resultado claro, con la medicina pública hecha papilla, las pensiones menudas y los colegios más bien hacinados. Ello hace que las gentes paguen sus impuestos y luego, a poco que se lo puedan costear, paguen tambien médicos, seguros de vejez y hasta colegios privados, de modo que el vivir les cuesta un potosí y andan frenéticos. Frenesí que los señores de Hacienda han derivado con astucia sin par hacia la persona de la Flores, hacia su temperamento y su tronío. Mucho de ambas cualidades ha de poseer Lola, además de un despiste colosal, para ser pillada así, no ya trampeando, sino sin haber declarado tan siquiera. Sacan los de Hacienda a la Flores a la arena para que se la coman los leones y les importa un bledo que haya, como es evidente que hay, miles de personas que defraudan muchísimos más millones que ella, pero de un modo sistemático, asesorado, culto y fino. Me gustaría saber cuántos de todos esos prohombres de la patria, presidentes de bancos, industriales famosos, políticos rutilantes e incluso, ¿quien sabe?, altos cargos de Hacienda; cuántos de ellos, digo, están en estos días preparando sus sofisticadas declaraciones, sus trampas exquisitas, sus fraudes de postín y regodeo, mientras que Lola y otros como ella andan perdidos y echando confusas cuentas con los dedos.

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