Holanda y Polonia presentan dos extrañas y violentas peliculas de amor
Una raro título, Ga-ga, encabeza una no menos rara película polaca de ficción científica, dirigida por Plotr Szulkin, que luego resulta ser mucho más un filme de amor que de fantasía futurista.La acción transcurre en un siglo XXI un tanto particular, pues lo que llamamos historia, el tiempo histórico, con sus miserias tal como las'conocemos y padecemos hoy, parece haber sido desterrado del planeta Tierra, que avanza ya por encima de sus antiguas cronologías, y trasladado a otros planetas de otros espacios, que se han convertido en una repetición aún más sórdida de la la antigua sordidez de la Tierra.
No hace falta decir que la vida en estos lúgubres planetas es tan sólo una metáfora sobre nuestro alrededor. Una vez más, la Ficción científica no especula con fantasías, sino que se sirve de tales fantasías para ofrecernos una visión refleja de la cotidianidad. Asi, este Ga-ga polaco, deriva en una parodia sangrienta desde las sombras del siglo que se avecina.
Y, para redondear el caso, la ficción científica de Ga-ga deriva en una historia de amor con tonalidades negras y un agrudulce final feliz que no logra alegrarnos del moroso y por momentos aburrido curso kafklano de cuanto le antecede.
Más Kafka
La película holandesa Die Wisselwacheter, o El guardaagujas, sigue también las huellas de una pesadilla de sabor kafkiano, pero más a ras de tierra, con mucho menos aparato metafórico que la película anterior y bastante más hondura.Es, como la anterior, otro relato que rezuma sordidez por todos sus poros: la historia del mísero y solitario guardaagujas -con rasgos entre tiernos, brutales y subnormales- de una estacíón de ferrocarril abandonada que un día recibe la inesperada visita de una bella mujer que queda bloqueada con él -y sus escasos visitantes, el factor del ferrocarril, un maquinista y, el cartero- durante todo un año.
Lo que sigue es. el tortuoso diálogo mudo enÍre la bella mujer y el siniestro trabajador del ferrocarril, que no se dirigen jamás la palabra, pues hablan idiomas distintos: un interminable diálogo de sordos que acaba en un fugaz amor seguido de un baño de sangre.
La aparatosa anécdota está narrada con convicción y eficacía. Cuenta con excelentes actores y un director, Jos Stellinque sabe qué tiene entre manos cuando le entregan una cámara, pues sabe lograr a través de ella inucho con poco.
La película es intensa, rara, de Elempo moroso y viciado, en el que Stelling esboza personajes con sentido del horror y una extraña, amarga y envolvente poesía negra.
Babelia
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