La Academia del Cine retiene los premios de Fernán-Gómez

La junta directiva de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España no llegó a debatir ayer, en contra de lo previsto, la entrega a Fernando Fernán-Gómez de los trofeos logrados a la mejor película, mejor guión y mejor dirección (por El viaje a ninguna parte) y mejor actor (Mambrú se fue a la guerra). De momento, según reveló Alfonso Trulls, secretario técnico de la Academia, la cuestión sigue en el aire, y "las estatuillas no le serán entregadas ni a Fernán-Gómez ni a Verónica Forqué hasta que la Academia tome una decisión al respecto".La academia se sintió molesta por la inasistencia de Fernán-Gómez y Forqué a la gala en la que se dieron a conocer estos galardones, según señaló Trulls. La junta directiva de este organismo, que celebró ayer una larga sesión en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, "no tuvo tiempo de tomar ninguna decisión sobre la entrega de las estatuillas", dijo el secretario técnico.

Pese a que Fernán-Gómez envió a Luis García Berlanga, presidente de honor de la academia, un telegrama en el que explica su ausencia de la gala de la noche del 17 de marzo, la junta directiva de la academia no considera suficiente dicha explicación. El telegrama de Fernán-Gómez dice lo siguiente: "Querido Luis. Recibí tu telegrama, pero hace tiempo que tomé la decisión de no asistir a actos en los que estuviera nominado como premiable porque me excito demasiado y lo paso muy mal. Ha sido para mí una gran alegría y un gran orgullo recibir tantos premios de la academia. Te ruego transmitas mi agradecimiento a los miembros del jurado. Fernando". Trulls critica el telegrama diciendo que va dirigido a Berlanga más en calidad de amigo que como representante de la academia. "Los premios no los da ningún jurado, sino 206 compañeros suyos".

La actitud de la academia contrasta con la de los miembros de la Asociación de Directores de Cine (Adirce), que dieron en enero dos premios a Fernán-Gómez y, ante su inasistencia, le llevaron los trofeos a su casa por entender que no habían sufrido un desprecio, sino que debían respetar la actitud personal de un compañero.