Recuerdo de Warhol y la generación 'beat' en el Panorama
Los aspectos más atractivos de la fiesta berlinesa del cine, con mucha frecuencia, están fuera del concurso oficial, en secciones paralelas como el Panorama, que es una enorme amalgama, por un lado, de las películas de la industria que han quedado excluidas de la competición, y, por otro, del nuevo cine, del cine experimental o marginal y de las conexiones de este arte con la vida cotidiana, la política y los acontecimientos de la cultura en todo el mundo. Panorama dedicó ayer un recuerdo a Warhol y a la generación beat.
La jornada de ayer vivió sus mejores momentos en un maratoniano homenaje a la figura del fallecido Andy Warhol, que contribuyó con obras memorables al cine underground neoyorquino. Esta inesperada sesión complementó las proyecciones programadas de un documental sobre la generación beat norteamericana.El homenaje a Andy Warhol incluyó la proyección de ocho horas ininterrumpidas de películas suyas en 16 milímetros. Entre ellas, algunos cortometrajes legendarios en la historia del cine marginal neoyorquino, como Empire, Sleep, Haircut y The most beautiful women, tal vez los más atrevidos formalmente de aquella osada generación de pioneros que se dio a conocer al mundo a caballo entre los años cincuenta y sesenta, arrastrada por los nombres de John Casavettes, Jonas Mekas y el propio Warhol.
También se exhibieron en la maratoniana sesión otras obras menos conocidas de Warhol, como Couch, My hustler, Kitchen, The nude restaurant y Bike boy. Con gran agilidad, a bote pronto, el festival berlinés desempolvó en el momento oportuno estas siempre curiosas y a veces fascinantes películas.
Complemento imprevisto
El homenaje a Warhol, provocado por su repentina muerte, complementó de manera imprevista un interesante documental programado con antelación sobre los hombres de la generación beat.Su autora es la norteamericana Janet Forman, se titula Un sueño americano e incluye imágenes y entrevistas con Jack Kerouac, Telonius Monk, Gregory Corso, Lawrence Ferlinghetti y Allen Ginsberg, entre otros.
De esta manera, un aspecto casi olvidado hoy del cine estadounidense y un filón de la literatura profunda de ese país coincidieron, con la espontaneidad de lo no premeditado, en Berlín 87, que sigue así fiel a sus mejores tradiciones.
Las películas que ayer concursaron en la sección oficial fueron la francesa Mala sangre, de Léos Carax, y la húngara Crónica de mis amores, de la veterana Marta Meszaros. Ambas son películas muy bien hechas, a ratos muy interesantes y entre sí completamente opuestas, pero que, sin pretenderlo o pretendiendo lo contrario, acaban coincidiendo en su lado negativo.
Marta Meszaros, siempre fiel a sí misma, sigue en su Crónica haciendo lo mismo que ha hecho siempre: cine tradicional, lírico e inspirado en sus experiencias personales de la historia reciente de Hungría. Crónica es un resumen de estas experiencias y contiene ingredientes argumentales claramente autobiográficos. Demasiado premiosa y de excesiva duración, Crónica, al final, pesa en los ojos y tiene sabor a cine envejecido, aunque sólo tenga dos meses de vida.
Mala sangre, del francés Léos Carax, es el segundo largometraje de un cineasta de poco más de 25 años que hace películas desde los 18. Con su primer largometraje, Boy meets girl, ya estrenado en España, alcanzó Carax notoriedad y fue aclamado como un niño prodigio. En Mala sangre sigue siéndolo, pero con el inconvenlente de que aquí se le ve la trampa: su película está sacada casi literalmente de películas de otros, y lo que ofrece nos lo ofreció ya, con mucha más originalidad, Jean-Luc Godard hace más de un cuarto de siglo.
Babelia
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