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Reagan intenta remontar su debilidad con el discurso sobre el 'estado de la Unión'

Francisco G. Basterra

Ronald Reagan acudió anoche al Congreso para hablar al país, en s sexto discurso del estado de la Unión, e intentar demostrar a una ciudadanía escéptica que aún controla la situación y puede gobernar con efectividad en los dos años que le quedan en la Casa Blanca. El presidente, abrumado por el escándalo del Irangate y convaleciente aún de una operación de próstata, reapareció en público después de varias semanas de silencio.

Durante este tiempo ha aumentado la impresión de que Reagan es demasiado viejo (cumple 76 años el 6 de febrero), ha perdido el contacto con la realidad ybarece de la vitalidad necesaria para enfrentarse a los problemas de política exterior y al déficit presupuestario.Reagan debía pronunciar a las nueve de la noche de ayer (tres de la madrugada de hoy, hora peninsular española) el discurso más importante de su vida política, con el que la Casa Blanca confía en que inicie la salida del agujero en el que ha sido enterrada la presidencia por la venta secreta de armas a Irán y el desvío de fondos a la contra. Se esperaba que el discurso que sufrió múltiples reelaboraciones y ha sido escrito por el mago Ken Kachijian, el redactor de la mejor prosa presidencial y al que el presidente acude en los momentos más difíciles- reafirmara la necesidad de un país fuerte, pero abierto a la negociación con la URSS, y más competitivo. El presidente debía reiterar también la necesidad de continuar financiando a la contra, que trata de acabar con los sandinistas en Nicaragua.

Reagan, que intentó recuperar de nuevo su perdido papel de gran comunicador, no piensa pedir perdón por el Irangate, como le piden incluso sus amigos políticos, sino simplemente reconocer que se han cometido errores. Es dificil que admita una responsabilidad personal cuando cree que actuó correctamente. El martes afirmó ante la comisión Tower, que investiga el funcionamiento del Consejo de Seguridad Nacional, que no se acuerda de sí autorízó o no la venta de armas a Irán en agosto de 1985.

No recuerda

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No recuerda los detalles y "recuerda poco" de reuniones importantes, como la del 17 de enero de 1986, cuando firmó una orden ejecutiva autorizando el suministro de material militar a la revolución islámica iraní, aseguran sus interrogadores. El presidente, en contra de todos los testimonios que están apareciendo, está convencido de que no intercambió armas por rehenes, sino que esto era un simple detalle de una operación estratégica para acercarse a los moderados en Teherán.

[El secretario de Estado norteamericano, George Shultz, dijo ayer que EE UU estaba dispuesto a mejorar sus relaciones con Irán, pero que el rechazo por parte de Teherán de "su política belicista y terrorista" es "una primera etapa necesaria". En una declaración ante la comisión de Exteriores del Senado, Shultz confirmó que en una reunión celebrada en diciembre, en Francfórt, representantes del Gobierno de EE UU habían comunicado a emisarios iraníes que "no habría más venta de armas", informa France Presse.]

Nunca Reagan, un presidente hasta ahora inmensamente popular, se había enfrentado a una opinión pública tan escéptica. Tres sondeos publicados ayer, horas antes del discurso ante las dos cámaras del Congreso, que por primera vez en su presidencia están en manos de la oposición demócrata, son demoledores para el presidente. Sólo un 33% de los norteamericanos, en la encuesta publicada por The New York Times, cree que Reagan está diciendo la verdad sobre Irán, y una mayoría de ciudadanos piensa que también ha mentido anteriormente en otras cuestiones. El 52% desaprueba cómo está llevando la política exterior, y un 60% se opone a la ayuda a la contra. El 61%, en el sondeo de The Wall Street Journal y la cadena de televisión NBC, afirma que Reagan no tiene una idea clara de adónde quiere llevar al país en los próximos dos años. Sólo un 7% espera acciones presidenciales importantes antes de que abandone la Casa Blanca, y ocho de cada, 10 norteamericanos creen que será el Congreso, y no el presidente, quien domine la situación política.

Los sondeos revelan que, por primera vez desde 1981, los norteamericanos creen que los demócratas lo harían mejor en la presidencia que los republicanos. Es significativa la falta de optimismo sobre el futuro económico. La impresión general es que la economía está peor que hace cuatro años.

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