Secuelas de un atentado contra 74 dirigentes
Las disensiones que sacuden hoy a la cúpula dirigente de Teherán encuentran uno de sus fundamentos en el atentado que en junio de 1981 costó la vida al presidente del Tribunal Supremo iraní, ayatollah Sayed Mohamad Bejesti, y a 71 altos dignatarios del régimen islámico, entre ellos cuatro ministros y una veintena de parlamentarios. En aquel atentado murió también el hoyatoleslam Mohamad Montazeri, conocido bajo el apodo de Ringo, hijo del gran ayatollah Hussein Alí Montazeri, designado en otoño de 1985 sucesor único de Jomeini y hoy incluido en un acuerdo sucesorio que le hará compartir tal responsabilidad con otros cinco dignatarios islámicos. Mohamad Montazeri encabezó en 1981 un contingente de 500 guardianes revolucionarios iraníes, desplazado bajo su mando al valle libanés de la Bekaa para "luchar contra Israel", según dijo entonces.Las autoridades de Teherán culparon entonces a Estados Unidos de aquel asesinato masivo con explosivos, acaecido en la sede del Partido de la República islámica, en la plaza teheraní de Bahrestán, inmediatamente después de la caída en desgracia y desaparición del presidente iraní Abolhassan Banisadr, enfrentado. abiertamente contra Bejesti, a la sazón hombre fuerte del régimen y número dos de la jerarquía política real de Irán.
Algunos puntos oscuros, empero, fueron barajados entonces por la Prensa y los dirigentes políticos iraníes. Tanto de Hashemi Rafsanjani, hoy hombre fuerte del régimen y presidente del Parlamento, como de Behzad Nabavi, luego ministro de Industria Pesada y dirigente de un grupo paramilitar islámico hoy disuelto, la Prensa dijo que habían abandonado la sede republicana minutos antes de la explosión. Nabavi justificó ante las cámaras de televisión su ausencia.
Hijo perdido
Por su parte, la organización Muyahidin e Jalq, proscrita entonces, reivindicó aquel atentado, pero de modo siempre indirecto. Otras fuentes señalaron que el ejecutor, del atentado había sido un oficial, de la Savak, policía política del sha, virtuoso en explosivos, capaz de salir de una fortaleza herméticamente cerrada provisto tan sólo de una caja de cerillas.Fuere quien fuera el autor del atentado, identidad hasta ahora desconocida, la desaparición de Bejesti estuvo a punto de conducir a Irán hacia la guerra civil, dado el peso político que tenía. Su muerte, asimismo, sentida públicamente como una "pérdida irreparable" por los principales dignatarios islámicos, despejó objetivamente el camino hacia el poder al presidente del Parlamento Hashemi Rafsanjani; al hoy presidente de la República, Alí Janenei; al futuro primer ministro provisional, ayatollah Mahdav¡ Kan¡; al actual responsable de Justicia, Mussavi Ardebili, y, paradójicamente, al propio Hussein Alí Montazeri, que perdió a su hijo en el mismo alentado. En agosto de aquel año, otro atentado acabó con la vida de otros dos hombres de Bejesti, el entonces presidente de la República, Alí Rayal, y Mohamed Bahonar, primer ministro.
Cíclicamente, la evocación de aquellas muertes reaparece en la escena política de Teherán y proyecta una sombra de recelos dentro de la bóveda dirigente iraní. Prueba de ello es la fronda abierta el pasado otoño en Teherán, cuando diputados seguidores del presidente Jamenei intercambiaron acusaciones de responsabilidad en aquellos asesinatos con otros parlamentarios adscritos a las filas de Rafsanjani. El propio imam Jomeini tuvo que mediar en aquel conflicto, que llevó a una decena de diputados, algunos liberados luego, a la cárcel. Muy poco después de aquellos hechos surgían las revelaciones sobre la venta de armas de EE UU a Irán.
Si, para eludir recelos, los dirigentes iraníes aceptan la versión oficial al uso, que atribuye a los servicios secretos estadounidenses la muerte de Sayed Bejesti, Mohamad Montazeri y sus compañeros, algunos hechos como las negociaciones entre Teherán y Washington adquieren el carácter de un agravio incalificable para dignatarios como el propio Hussein Alí Montazeri. De no aceptar aquella versión, la afrenta resulta mucho mayor aún, ya que da a Montazeri (partidario público de mitigar la dureza de los castigos a los muyahidin) un enorme potencial de sospecha sobre los otros líderes islámicos.
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