El 'nuevo curso' de Gorbachov
El líder soviético prepara a fondo un examen pendiente: derechos humanos
El retorno a Moscú, después de muchos años de destierro en Gorki, del científico soviético Andrei Sajarov, de 65 años, pone de relieve la ligazón entre los aspectos internacionales e internos del nuevo curso que se ha iniciado en la URSS con la llegada a la máxima dirección de Mijail Gorbachov. Éste ha logrado en el último año, gracias a iniciativa importantes sobre todo en el terreno del control de armamentos, presentar una imagen de la URSS netamente más favorable ante la opinión pública mundial.
Pero la violación de derechos humanos elementales, con encarcelamientos y otras medidas represivas, sobre todo en casos de impacto mundial como el de Sajarov, es un freno que limita considerablemente los efectos positivos para la URSS de su mayor dinamismo en los temas de desarme. Gorbachov ha decidido cambiar de tercio: por un lado, da mayor vigor a sus denuncias de las violaciones de los derechos sociales en Occidente, con el aumento del paro y el deterioro del nivel de vida; y a la vez pone fin a algunos de los casos más conocidos de violaciones de derechos humanos en la URSS.
Esclerosis del sistema
Recordemos que en la base de las reformas de Gorbachov está la necesidad de superar la esclerosis de un sistema económico anegado por el burocratismo, la ineficacia, la corrupción típica de la larga etapa de Breznev. En este orden, los 19 meses que Gorbachov lleva en el poder han significado cambios serios, sobre todo en las personas y en los métodos. Muchos cientos de cuadros han sido cambiados por todo el país; y no como antes dando prioridad a los criterios ideológicos, sino buscando gente más joven y competente, capaz de asimilar métodos más modernos, más occidentales. En cambio, los discursos, las medidas legislativas, han carecido de novedades ideológicas, poniendo el acento en la disciplina, la eficacia, la limitación del alcoholismo con una excepción, pero muy reciente: la ley sobre el trabajo individual, que abre espacios a ciertas empresas privadas y a zonas de libre mercado. Esta ley sí toca a principios antes sagrados; y sin duda Gorbachov ha esperado para dictarla a que las partes renovadas del aparato sean ca paces de vencer las fuertes resis tencias conservadoras.Aquí salta a la vista la diferencia radical entre la reforma de Jruschov en los años cincuenta y la actual de Gorbachov: el primero hizo sus cambios lanzando bruscamente una ofensiva ideológica, la denuncia del estalinismo; con ello sembró dudas y confusión en gran parte del país. Y el poderoso aparato del partido percibió enseguida una amenaza para sus privilegios de casta dominante. Jruschov prometió mucho y pudo hacer poco; al final el aparato se lo tragó.
El discurso ideológico de Gorbachov es clásico y casi anodino: pero en cambio ha sustituido en porporciones masivas a los cargos que manejan el poder en sus diversos escalones. Ahora empieza a haber una capa de cuadros relativamente extendida, más bien jóvenes, para los cuales Gorbachov es el futuro. Si bien no es fácil precisar los márgenes actuales de su libertad de movimiento.
¿Cuál es la naturaleza de los cambios actuales? ¿Sólo cosméticos? ¿Llevarán hacia transformaciones mayores? Cosméticos no son; pero creer que pueden aparecer sobre el tapete las cuestiones fundamentales de un cambio democrático, como la libertad de prensa, la pluralidad política, la existencia de organizaciones independientes del Estado, sería situarse a distancias astronómicas de la realidad. No se trata de eso. Lo que sí hay ya es cierta liberalización de la vida cultural, y ello es muy importante. Ha subido algo el techo de la crítica permitida. Por otra parte, la necesidad de renovar los cuadros y de destruirfeudos creados en la etapa de Breznev puede causar conflictos; sobre todo, y el caso de Kazakistán lo indica, si se repite el error tradicional de los Gobiernos rusos de no valorar la importancia capital de las nacionalidades.
En todo caso, los pasos actuales no son en sí promoción de la democracia política; no desbordan los marcos del sistema autoritario. Pero con vistas al futuro no es absurdo suponer que si se acentúa la apertura cultural, si crece el peso de cuadros jóvenes y se dinamiza el desarrollo científico y económico, si las relaciones con el exterior cobran mayor permeabilidad, surgirán en la sociedad necesidades crecientes de cambios de contenido democrático. Pero es un problema que sólo cabe considerar a largo plazo; influirán además sobre él hechos, externos e internos, hoy desconocidos.
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