El aumento de las células T en el ser humano, primer paso para una terapia contra el SIDA
Investigadores de la universidad de San Francisco han descubierto que el aumento de las células T en el ser humano explica por qué no todas las personas infectadas por el virus causante del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA) desarrollan la enfermedad. El descubrimiento permite atisbar un nuevo tratamiento contra el SIDA basado en el propio sistema de defensa natural del organismo.
Un equipo del Instituto de Investigación del Cáncer, de la universidad californiana, encabezado por el doctor Jay Levy, ha encontrado que determinadas células del sistema inmunológico son capaces de detener la reproducción del virus que produce el SIDA, según un estudio que se publica en el número correspondiente a la semana entrante de la revista Science. "Es la primera indicación de que las personas pueden contar con su propio sistema de respuesta contra el virus", dice Levy. "Ello se corresponde con nuestra creencia de que si el sistema ínmunológico funciona bien, es capaz de hacer frente al virus". Para el doctor Levy, "drogas innecesarias, tensiones innecesarias o infecciones desempeñan un papel importante en la reducción del potencial" del sístema inmunológico para combatir el virus.Según este trabajo, la clave de la defensa del organismo estriba en las llamadas células T represoras existentes en la sangre. En la sangre existen dos tipos de células que defienden el organismo de las infecciones: las células B, que producen anticuerpos, y las células T, que segregan determinada sustancia y ayudan a aquéllas en la creación de anticuerpos. Estas últimas, a su vez, constan de dos grupos principales: las células T represoras, dotadas de una proteína llamada CD-8, y las T ayudantes, que controlan y regulan a todas las demás del sistema inmunológico y que son, fatalmente, las primeras que destruye el virus del SIDA.
Muestras de sangre
El experimento de los científicos de San Francisco consistió en tomar muestras de sangre de tres hombres infectados por el virus que no habían desarrollado el síndrome. A cultivos de estas muestras se les eliminaron las células T represoras. Las células T ayudantes fueron destruidas sin grandes dificultades por el virus, que comenzó a reproducirse inmediatamente, según los investigadores. Más tarde se introdujeron en los cultivos las células dotadas con la proteína CD-8 y se comprobó que el virus dejó de reproducirse y extenderse, aunque no fue eliminado. "Cuando la población de CD-8 empieza a bajar, puede ser la señal de que se está entrando en una fase que , si se está infectado, lleva a la enfermedad", comenta Levy, quien considera que otra circunstancia que produce el mismo efecto es la existencia de células CD-8 débiles. Ello explicaría por qué personas afectadas por el virus, pero dotadas de un número adecuado de células CD-8 en buenas condiciones, no han desarrollado el síndrome.El estudio deduce que un incremento de las células T represoras en el organismo afectado puede ser una terapia adecuada para los enfermos de SIDA, aunque todavía es pronto para prever cuándo será accesible tal técnica. Para aumentar el número de células dotadas de la proteína CD-8 habría que extraer células represoras de la sangre, cultivarlas en laboratorio y volverlas a introducir en el organismo. "Todavía no estamos en condiciones de hacerlo" debido a la complejidad y a la carestía del proceso, dice Levy, quien no descarta que "pueda haber otras formas de estimular la producción de estas células".
Este descubrimiento "puede ser el primer paso para una terapia efectiva contra el SIDA sin tener que recurrir al uso de drogas que son tóxicas para el cuerpo", agrega Levy.
El descubrimiento coincide con la publicación de datos estadísticos que dan cuenta de un sustancial incremento de la enfermedad entre heterosexuales no pertenecientes a los grupos hasta ahora considerados de alto riesgo.
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