El amor culpable
El montaje de Óscar Araiz a partir del último y polémico texto lorquiano es una asociación de imágenes en tono superrealista militante, cuya conexión interior está confiada al receptor. Toda aventura de interpretación a partir de la obra escrita es inútil e innecesaria. La parte positiva de esta creación está en la libertad que respira respecto a García Lorca. La Fidelidad a una pieza inconclusa y oscura como El público es lo que menos importa.Araiz se libera de cualquier reverencia gratuita al autor granadino; los papeles encarnados pueden ser siempre facetas de una sola persona, que ya no es Federico, sino el propio Araiz.
No es una obra perfecta, y esto es una suerte. Es sumergirse en una noche de arte verdadero, irregular como las pasiones que intenta encerrar con baches, excesos y besos: los actos vitales subvertidos a un espectáculo estremecedor y torturado.
El público
De Federico García Lorca. Grupo de Teatro Danza del Gran Teatro de Ginebra. Puesta en escena: Óscar Araiz; decorados y vestuario: Carlos Cytrynowski.III Festival de Otoño. Teatro Español. Madrid, 21 de octubre.
Gran parte de la responsabilidad escénica está en manos del decorador. La estrecha colaboración de Cytrynowski con Araiz ha fácilitado la fluidez dramática. El diseño de trajes es irregular: piezas sublimes como las de Julieta o el centurión contrastan con la de los caballos, llenos de accesorios vulgares. La escenografia alude a Giorgio de Chirico en la Ruina romana y a Salvador Dalí en la escena final, ramas diferentes de cultivo superrealista.
El ejercicio dancístico está dosificado en exceso. Falta baile. Araiz trabaja con bailarines por la coordinación corporal de que son capaces, pero hay una mutilación de la danza en su esencia. Tan es así que los géneros se pierden de vista, y hay otros momentos donde lo que falta es la palabra, pues el movimiento no es lo suficientemente denso como para suplir el lenguaje, cuanto que hay una pretendida sustitución del uno por el otro, al usar una mímica realista envuelta en la enajenación onírica.
Concepción pecaminosa
El baile está a veces en el cauce de aquellos tableaux vivants de Jean Cocteau, a los que S erge Lifar fue tan dado en una época donde aún el legado superrealista se hacía sentir en la escena.El edificio simbólico que Araiz fabrica es una especie de torre de Babel, terreno de degustación particular de cada espectador del amor culpable: la concepción pecaminosa de la pasión homosexual, una obsesión que persiguió cruelmente a Federico y su obra, es el eje de una plástica algo edulcorada, pero hermosa.
Los símbolos de una infancia burlada (el clown con el brazalete de primera comunión), el castigo (los cilicios de los caballos), la onmipresencia de la Luna (el ojo de Dios), culminan en la Ruina romana, escena perfecta en su ejecución, donde la flauta es la llamada del deseo. Guilherme Botelho con los cascabeles e Yvan Michaud con los pámpanos establecen una tensión donde está cardinalmente el alma del drama.
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