Contra el terremoto permanente
El Salvador vive desde hace siete años en terremoto permanente. Las víctimas son. más de 60.000; los refugiados fuera del país, más de 500.000; los desplazados dentro del país, más de 600.000; la destrucción causada por el sabotaje de la guerrilla, en torno a 1.500 millones de dólares. Todavía en 1985 hubo 1.500 muertos civiles, atribuídos en su inmensa mayoría a las fuerzas gubernamentales y a los escuadrones de la muerte. En el primer semestre de este año las víctimas se, aproximan a 600.Los lisiados civiles por las minas de la guerrilla van en aumento y pueden sobrepasar el centenar. En el último año de guerra el Ejército tuvo más de 3.000 bajas (500 muertos, y el resto, gravemente heridos), y no se sabe el número de bajas del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) con exactitud, pero debe contabilizarse por centenares.
Todo esto hace que sean muchas las voces y las fuerzas sociales que reclaman terminar esta calamidad. nacional a través del diálogo y de la negociación,
El último esfuerzo en esta línea fracasé el 19 de septiembre último por falta de visión, flexibilidad y consistencia de las dos partes en conflicto. Como consecuencia se proyecta para El Salvador más guerra, más destrucción, mayor miseria.
Es en este contexto donde viene la nueva sacudida de un terrible terremoto que afecta sobre todo a San Salvador, la capital del país. Todavía no se puede medir el alcance exacto de la catástrofe. Tal vez. más de 1.000 muertos, varios miles de heridos y decenas de miles sin vivienda. Ciertamente es un terremoto menor que el permanente terremoto .de la guerra, pero golpea más la sensibilidad mundial.
El desastre afecta más a la ciudad que al campo. Gente muy próxima ha muerto. Una muchacha a quien acababa de, conseguir trabajo en el Ministerio de Planificación ha muerto en el desplomamiento del lugar en que trabajaba desde hacía pocos meses. Es el mismo lugar, un profesor de la Universidad ha perdido la pierna para poder ser liberado .de los escombros. Muchos niños han muerto en el desplome de varios colegios. .
El dolor y la desesperanza se apoderan de la población. Y el mundo empieza a ayudar. El gran terremoto de la guerra de El Salvador, por su prolongación, había adormecido la conciencia mundial, aunque no la vigilancia del Pentágono y del Departamento de Estado.
Hoy este nuevo y distinto terremoto vuelve a poner en primer plano a este pequeño país de América Latina que lucha encarnizadamente por encontrar un poco de paz con un poco de justicia.
Problemas urgentes
Puroja, y especialmente España, Estados Unidos y otros países de América han acudido ya en socorro de las víctimas. Toda ayuda será poca para-aliviar este nuevo tremendo golpe sobre un país tan castigado. Es bueno que con esta ocasión los corazones se vuelvan ,tiernos ante la desgracia y que ayuden generosamente. El bien será mayor para quien lo hace que para quien lo recibe.
Pero son los salvadoreños los que tienen que hacer más y hacerlo más profundamente, eso sí, ayudados y alentados ya no sólo por los que viven de la periferia del corazón, sino por los que viven desde la profundidad ética de la sensibilidad y de la responsabilidad de la persona humana.
Tenemos que enfrentar los problemas urgentes y. dolorosamente humanos de este terremoto del día 10 de octubre, pero tenemos sobre todo que enfretitar, también ayudados por todos, el mactoterremoto de la guerra que sacude al país desde hace ssiete años, con mucha mayor intensidad. ¿Cómo? Ésta es la cuestión.
Por lo pronto debe establecerse una tregua en la guerra. La ha pedido para el próximo día 27 el arzobispo de San Salvador, siguiendo la llamada del Papa con ocasión de lajornada ecuménica de la paz en Asís. Lo han pedido los frentes revolucionarios con ocasión del terremoto para facilitar la reconstrucción. ¿Por qué no aprovechar esta intensificación del dolor y de la solidaridad para iniciar una tregua, por un mes o más, de toda forma de violencia, especialmente de la violencia armada? Hasta el hospital militar se ha derrumbado, y el hospital que atiende a los rilios.
Una tregua en la guerra podría significar el ahorrar máss, de un millón de dólares, dedicados diariamente a la destrucción, y dirigirlos a la reconstrucción. Podría significar aunar esfuerzos para sobrepasar este trauma y con la solidaridad de los ánimos iniciar un largo y difícil proceso de pacificación negociada que termine cuanto antes con el otro terrible terremoto, que no ha cesado de hacer su labor de muerte y deshumanización durante estos últimos años.
Volcán profundo
No supone esto distraer los corazones de la tragedia puntual del viernes pasado. No supone querer sacar provecho político de un mal tan grande. Supone, al contrario, intentar poner la mirada otra vez en ese volcán profutido que tiene temblando a El Salvador y a casi toda Centroamérica, para lograr que termine el peor de todos los terremotos de lá historia salvadoreña.
Los terremotos de la naturaleza están menos en las manos de los hombres que los terremotos de la historia. También éstos son difíciles de controlar y dominar, pero son más de nuestra responsabilidad. En el caso de El Salvador, una tregua entre el Gobierno y el FMLN-FDR podría ayudar no sólo a sobrellevar y superar el último terremoto del Valle de las Hamacas, sino también a acercar los ánimos y las posiciones de lo que monseñor Rivera llamó en su homilía del domingo 12 de octubre el otró terremoto, el terremoto de la guerra civil .
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