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Juan Pablo II exige "más celo" a los jesuitas en la difusión del culto al Sagrado Corazón

Juan Arias

Juan Pablo II, el Papa blanco, entregó ayer en Paray-le-Monial una carta personal al papa negro, el padre Peter Hans Kolvenbach, prepósito general de la Compañía de Jesús, en la que exhorta a los jesuitas de todo el mando, dándoles un tirón de orejas, a demostrar "más celo" en la propagación de la devoción al Sagrado Corazón, como lo habían hecho en los últimos tres siglos.

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En el mismo acto lanzó a los miles de fieles presentes en los prados contiguos a este santuario del sur de Francia una de las condenas más duras del divorcio y del aborto de todo su ponti.ficado, afirmando que quienes rompen el vínculo matrimonial o "hacen morir al niño ya concebido" poseen un "corazón de piedra, seco".El Papa se quejó de que en Francia "demasiadas parejas se dividen y no s aben conservar su fidelidad prometida, ni aceptan al otro como es, ni lo saben amar a pesar de sus límites y debilidades". Añadió el Papa, en el marco severo y conservador de la fortaleza de Paray-le-Monial, centro mundial de la devoción al Sagrado Corazón, que "la célula familiar es fun damental para construir la civifi zación del amor" y que de ello de pende incluso "la supervivencia misma de la humanidad".

En su carta al general de los jesuitas, el Papa afirma que la devoción al Sagrado Corazón no sólo no está anticuada, sino "que responde más que nunca a las exigen cias de nuestro tiempo". La carta tiene el tono de las grandes ocasiones. El Papa mismo le dijo al general de los jesuitas que se la estaba entregando "en una ocasión solemne", como fue, ayer, su Visita a Paray-le-Monial, el lugar donde en 1675 santa Margarita María de Alacoque tuvo la famosa aparición del. Sagrado Corazón pidiéndole que difundiese en el mundo entero su devoción. El confesor de la santa era en aquel momento el padre jesuita Claudio La Colombière y fueron los jesuitas, a partir del siglo XVII, quienes más se empeñaron en difundir en el mundo la nueva devoción.

El Papa les pidió ayer que no se olvidaran de ello y les dijo que, como entonces, deben ayudar a los obispos a "promover por todo el mundo este culto". Y recordó en su carta a los jesuitas que no sólo la devoción al Sagrado Corazón en sí misma, sino también las prácticas con las que se manifestó en el pasado, como el ejercicio de la hora santa y la confesión y comunión los primeros viernes del mes, siguen siendo caminos proponibles aún hoy a nuestro mundo".

La intensa jornada de ayer del papa Wojtyla, en la que pronunció 11 discursos, había comenzado al alba, en Taizé, centro ecuménico en el corazón de la Borgoña. La niebla espesa le impidió llegar en helicóptero y fue constreñido a recorrer los 87 kilómetros en coche, lo que obligó al servicio de seguridad a apostar guardias todo a lo largo de la carretera.

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