Leonard Cohen y Lluis Llach se encuentran en Madrid, con García Lorca al fondo
Lluís Llach estaba acabando la grabación de su última canción; le faltaba tan sólo el toque final de las mezclas, colocar cada cosa en su sitio, para que el resultado final fuera el buscado. Leonard Cohen llegó el pasado martes a Madrid, procedente de París, con la cinta de su última grabación. Ambos cantantes no se conocían de antes; coincidieron por primera vez esa noche al reclamo de Federico García Lorca, autor de los poemas de estas últimas composiciones de los dos cantautores.
La llegada de Leonard Cohen al estudio crea un cierto silencio en la reunión. Es el mito que se presenta con la tranquilidad de quien está acostumbrado a pasarlas de todos los colores y la timidez de quien no, sabe muy bien qué se va a encontrar.Leoriard Cohen es un hombre amable y simpático, que habla con voz baja y profunda, como si hablara al oído ole cada persona. Saluda con afectuosidad, parece dado a coger a la gente por el brazo, y cuando descubre que Lluís Llach ha musicado a Kavafis se abre una espita de comunicación entre arribos. También él está trabajando sobre el poeta griego, y comentando ese gusto común se dirigen cogidos por el hombro hacia la sala de audición. Al fin y al cabo ambos están allí para enseñarse cuáles son sus diferentes visiones musicales del mismo Lorca.
"Lorca ha sido uno de los poetas que primero conocí", comenta Cohen. Y efectivamente, la admiración del cantante canadiense por el poeta. granadino viene de lejos, desde que era un estudiante en Montreal y todavía duraba la resaca de la guerra civil española. Una de sus hijas lleva el nombre de Lorca, y en su última visita a Madrid, hace año y medio, encontró tiempo en su apretado programa para ir a ver La casa de Bernarda Alba. "Cuando Manolo Díaz [director de su casa discográfica en España y promotor de la ideal me habló del tenia y me indicó el poema que debía musicar acepté encantado, porque me permitió penetrar profundamente en un poema estrernecedor".El poema es Pequeño vals vienés, y antes de iniciar la escucha de la canción explica que encontrar el ritmo fue bastante fácil: "El título mismo lo indicaba: era un vals, muy sencillo, un, dos, tres. Lo que me resultó más dificil fue encontrar el ambiente y la línea melódica, y sobre todo la traducción. La he hecho yo mismo, porque la que me facilitaron en inglés, aun siendo buena, no se prestaba para ser musicada ' no tenía estructura ni ritmo de canción. Fue dificil porque el español es coino el agua y el inglés como la roca, y traducir el agua en roca es complicado".
Cohen y Llach se sientan delante de los grandes altavoces del estudio. Llach insiste en que suene primero la canción de Cohen, y los casi seis minutos de Lorca musicado fluyen al ritmo de un vals arropado por un sencillo e intenso arreglo de cuerda y un piano que apoya a veces la canción. Los dos escuchan atentos la voz profunda, los coros femeninos equidistantes de lo angélico y lo perverso que se han convertido en un. sello de marca de Leonard Cohen.'
El poema elegido por Lluís Llach es Norma y paraíso de los negros. "Todavía no está acabado, falta la mezcla", explica Llach, y hace un gesto juntando las manos en petición de comprensión. Es un poco de resistencia a mostrar una obra que todavía está inacabada. La canción se inicia con un aire lánguido y distendido sobre un arreglo musical de percusión y flautas, que se rompe por la irrupción de un piano cargado de sonoridades de ragtme que dramatiza el final de la canción. Leonard Cohen y Lluís Llach escuchan en silencio. "Escogí esta canción", explica Llach, "porque me interesaba mucho el hecho de que hablara, de unos marginados como son los negros, pero además porque me: permitía un juego musical que me: atraía mucho; esa posibilidad de jugar con la música mediterránea, de un Mediterráneo al que tanto Lorca como yo pertenecemos, y, con una cierta utilización del blues, que el hecho de referirse el poema a Nueva York y a los negros parecía reclamar".Solidaridad y pudor
Cohen y Llach se miran tras la última nota. Una especie de solidaridad y de pudor común parece cristalizar en su gesto serio y coniprensivo. Es dificil hablar después de escuchar por primera vez una canción, especialmente si el cantante está delante y si junto a ella ha sonado una propia.
Las dos canciones vuelven a sonar. Los versos de Lorca en inglés y en catalán, musicados por dos autores tan distintos, suenan con personalidad nueva, la personalidad que la música y el idioma otorga a las canciones.
Babelia
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