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CANCIÓN

Mitines y recitales

La mayor concentración de cantantes convocados por un acto político, desde el ya lejano Recital de los Pueblos Ibéricos, en la universidad Autónoma de Madrid en 1976, se ha reunido en los terrenos del antiguo cuartel de la Montaña. El motivo, la recuperación de una cierta memoria colectiva que significa el homenaje a las víctimas del franquismo. Una organización casi perfecta, con la única salvedad de unos prólogos oratorios farragosos y alguna que otra ausencia, justificada con telegramas.Cantantes y canciones muy diversos de los que, por su número, resulta casi imposible hacer un comentario crítico. Sí se presta la ocasión para volver a plantearse las relaciones entre canción y política, entre recital y mitin, tema que fue crucial en los años primeros de la transición y que ahora vuelve la proliferación de actos de este tipo: festivales anti-OTAN, solidaridad con los jornaleros, homenaje a Dolores Ibárruri y tantos otros.

Homenaje a las víctimas del franquismo

Joan Manuel Serrat, Carles Engix, Josep Lluís Valdecabres, Brath, Na Lua, Caco Senante, Ramoncín, Elisa Serna, Labordeta, Al Tall, Lluis Miquel i 4Z, Mariá Albero, Suso Valiamonde, Paco Muñoz, Música Nostra, Mamen García, José Menese, El Cabrero, Amaia Casasola, Quintín Cabrera, Pablo Guerrero, Rafael Amor, Urko, Javier Krahe. Templo de Debod. Madrid, 27, 28 y 29 de septiembre.

Esa relación mitin-recital llegó a convertirse en una constante en los últimos años de la dictadura, cuando no había recital importante que no hubiera filas cero ocupadas por los todavía clandestinos líderes de los partidos políticos, y en los primeros de la democracia, cuando no había mitin o acto electoral en que los cantantes no tuvieran un papel destacado. Siguieron unios años de distanciamiento en los que muchos cantantes casi hubieron de hacerse perdonar el haberse entregado en apoyo de causas con las que se sentían identificados, mientras intentaban elaborar una obra que ya respondía a otra situación histórica.

De un tiempo a esta parte, quizá, como signo del renacer de una, conciencia política callejera, o, como muestra de la insatisfacción, de cantantes defraudados por la política socialista, la canción vuelve a estar presente en actos políticos. Sin embargo, las motivaciones y la relacción con el público son bien diferentes.

El cantante llegó a sustituir, pese a él mismo en muchos casos, al político, que no tenía voz ni voto. Se establecía un proceso de dependencias mutuas en las que siempre llevaba las de perder el cantante. Para muchos se creó una ilusión óptica: miles de espectadores agrupados frente al escenario hicieron pensar que eran el público natural de una canción que aparecía como una muestra de arte comprometido.

Los cantantes cumpilían su parte de núlitancia prestándose a ese juego engañosio que acabó por romperse.

En los últimos años las cosas han cambiado. Las entregas incondicionales parecen haberse terminado; de hecho, en las campañas plectorales la militancia ya importa poco, los cantantes que actúan en mítines y fiestas electorales lo hacen contratados por un cachet normal.

En los actos apartidistas algunos cantantes han vuelto a encontrar su campo natural paramostrar que, pese a todo, su actitud ante la sociedad sigue siendo consciente y solidaria, aunque ahora se escriban menos cancioríes coyunturales y lo que el cantaríte ofrezca no sea una sustitución del político, sino una actuación más; o menos normal.

Público tranquilo

También el público ha cambiado, en composición y actitud. Tranquilos, los miles de asistentes a estos actos corean las consignas con más pudor que antaño, incluso ante las motivaciones más pasionales.Junto a viejos luchadores y militantes, una buena parte del público la componen jóvenes que poco tuvieron que ver con el pasado, pero que acuden al reclamo de nombres conocidos y de: actitudes éticas fácilmente compaxtibles. Si el desencanto está terminando, esta proliferación de recitales puede ser un síntoma de normalización: el cantante ejerce su derecho a opinar y solidarizarse y el público así lo entiende. Sin crispaciones ni entregas incondicionales, como una actitud válida que permite equilibrar el trabajo creativo con la conciencia crítica.

Cada uno en su sitio, el político en la tribuna y el cantante en el escenario, es posible recuperar el sentido festivo del recital y el carácter reivindicativo del mitin.

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