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34º FESTIVAL DE CINE DE SAN SEBASTIÁN

Las películas de Tsiolis y András, muy por debajo de la media del certamen

Las películas Una tan larga ausencia, del griego Stavros Tsiolis, y La gran generación, del húngaro Ferenc András, se presentaron ayer a concurso en el festival de cine de San Sebastián, y nada hay en ellas que eleve la alta temperatura alcanzada en días anteriores. Quedan por proyectarse sólo tres filmes -el norteamericano La canción de un condenado, el francés El inspector Lavardin y el yugoslavo Feliz año nuevo 1949-, entre los que bien puede saltar una sorpresa, que no deja de ser difícil si se recuerda que detrás han quedado algunas obras de gran talento.

La película griega Una tan larga ausencia, de Stavros Tsiolis, contiene una buena idea argumental -una joven decide sacar del manicomio a una hermana suya, demente profunda, y se la lleva a vivir consigo, afrontando con esta grave decisión un duro cerco familiar y social-, que se pierde en la inútil solemnidad del tratamiento, que recuerda los peores amaneramientos del llamado realismo crítico, cuando éste no era ni una cosa ni otra. Poco hay que salvar de esta pretenciosa película.El otro filme presentado ayer, La gran generación, del húngaro Ferenc András, quiere ser lo contrario que la película griega, y al final es lo mismo. Pretende hacer una exposición desenfadada y ágil de un relato en el que se agolpan muchas cosas, y todas son culminadas de manera torpe, repetitiva y rutinaria.

Jóvenes húngaros

Un muchacho ambicioso y sin escrúpulos decide, allá por el año 1968, huir de Hungría a Estados Unidos para allí hacerse rico. Dieciocho años después la situación se invierte, y el mismo hombre, ya con 40 años, vuelve sin un céntimo a Hungría para lo mismo que se marchó de allí: enriquecerse adquiriendo la patente de un invento agrícola ideado por un campesino de su tierra. De paso recupera amistades, lo que nos permite ver con 18 años más a los turbulentos jóvenes de aquella "gran generación", que ahora, ya entrada en canas, vive su particular rosario de la aurora. Total, que, después de muchas peripecias, cada vez menos ágiles y divertidas, llegamos a un final de película archisabido y que hace agua por los cuatro costados. Dos o tres buenos actores, una bonita fotografía y escasa imaginación para resolver un embrollo que nunca debió haber comenzado. Eso es todo.Después de estas medianías queda alguna expectación por los arriba citados tres filmes pendientes. Puede en ellos saltar la sorpresa, sobre todo en el filme norteamericano La canción de un condenado, de Don Bessie, que quienes han visto aseguran que merece la pena. Pero ésta y otras son sólo conjeturas que pueden dar un vuelco, pues películas que se proyectaron con gran expectación quedaron en nada, y películas que venían rodeadas de malos augurios han resultado ser magníficas, como La promesa, de Yoshida, que algunos correveidiles anunciaban como un error japonés y resultó ser un acierto universal.

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