El certamen donostiarra frena su ritmo después de cinco intensas jornadas
Ayer, lunes, pasadas las cinco primeras jornadas de la sección oficial, cuya intensidad no dejaba apenas lugar para ocuparse de lo que ocurría alrededor de ella, la competición bajó de tono y se hizo más relajada. Las características de la película norteamericana Cortocircuito y de la austriaca Bienvenidos a Viena, aunque por razones muy diferentes, contribuyeron a ello.
Esto permite descubrir que fuera del núcleo del concurso las secciones paralelas están ofreciendo cine variado e incluso en ocasiones polémico. Parece unánime entre competidores y observadores destacados en San Sebastián la impresión de que éste es otro festival respecto al de años anteriores y que de mantenerse así durante un par de ediciones más, entrará en el restringidísimo apartado de los festivales que cuentan en el mundo.Cortocircuito es una producción norteamericana dirigida por John Badham, cineasta que ha filmado algunos trepidantes y superficiales filmes de éxito multitudinario como Fiebre del sábado noche, Juegos de guerra, Trueno azul y varios capítulos de las populares series de televisión Kung Fu y Las calles de San Francisco.
Es éste un historial profesional corto y pobre, que no parece el más indicado para traer a su autor a un festival internacional, pese a que Badham ha desarrollado en Cortocircuito un esquema argumental más refinado que el de sus anteriores películas.
Historia de un robot
Narra Cortocircuito la historia de un robot diseñado como arma de guerra al que un cruce de cables motivado por la caída de un rayo -una pálida e inadecuada referencia al mito de Frankenstein- produce una mutación en su programa, y la que fue una máquina contra el hombre invierte su conducta, se humaniza y se hace fuente de una especie de lirismo cibernético que no va a producir cortocircuitos en la imaginación de nadie pero sí puede dar bastante dinero fácil a sus productores. Película típica de un ecuador de festival cuando éste, después de arrancar con tormentas, pide un poco de calma antes de afrontar los días finales.La película austriaca Bien venidos a Viena, dirigida por Axel Corti, forma parte de la erupción ocurrida en las cinematografías centroeuropeas -cuya apoteosis fue el pasado Festival de Berlín- de filmes sobre el fenómeno del nazismo, que hace un año adquirió proporciones casi epidémicas, hasta dar la impresión de que bajo él se estaba produciendo un enorme psicodrama colectivo, un acto expiatorio o balsámico y una limpieza de antiguas heridas sin cicatrizar en la conciencia de muchos centroeuropeos.
Bienvenidos a Viena narra las desventuras de un grupo de judíos austriacos que huyeron de su país cuando Hitler se apoderó de Austria en 1938 y que volvieron a Viena como soldados del Ejército norteamericano.
Ese respiro de la competición permite comprobar que algo se agita también en las secciones no competitivas del festival.
Ayer se proyectaron, entre una veintena de filmes, algunos que han provocado alborotos más o menos grandes en sus cinematografías de origen, como Tras el cristal, la inquietante y violentísima película española de Agustín Villaronga que sigue acumulando morbosidad aun antes de su estreno comercial.
Babelia
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