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Crece en EE UU el pesimismo sobre la 'cumbre' Reagan-Gorbachov

Francisco G. Basterra

Un ambiente de pesimismo sobre las relaciones Este-Oeste y serias dudas sobre la posibilidad de celebrar este año una nueva cumbre invaden Washington horas antes de que el secretario de Estado, George Shultz, y su colega soviético, Edvard Shevardnadze, se reúnan hoy aquí con el teórico propósito de decidir si Ronald Reagan y Mijail Gorbachov pueden encontrarse de nuevo. La guerra de los espías, la habilidad mostrada por Gorbachov en los primeros movimientos de la misma y la debilidad manifestada, según la mayoría de los observadores, por el presidente dejan a Estados Unidos a la defensiva en una situación internacional considerada crucial.

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Mijail Gorbachov,

Presionada por una oleada de críticas de los sectores más conservadores, que han llegado estos días a comparar desfavorablemente a Reagan con Carter, la Administración ha decidido mostrar su rostro duro. Estados Unidos anunció el miércoles su firme decisión de expulsar a 25 diplomáticos soviéticos de la misión de la URSS en las Naciones Unidas. El Departamento de Estado afirma, sin embargo, que no se trata de una represalia por el caso Daniloff, pero la medida se anuncia justo cuando Shevardnadze llega a EE UU. Medios gubernamentales temían incluso ayer que los soviéticos cancelaran a última hora la entrevista.Horas antes, Shultz prometía acción y advertía: "No nos vamos a limitar únicamente a gritar". El presidente urgió ayer a la URSS a resolver el incidente Daniloff "antes de que haga aún más daño" a las relaciones mutuas. Un portavoz gubernamental adelantó ayer que Shevardnazde tendrá un recibimiento "frío pero correcto". Aún se desconoce si será recibido por el presidente. A pesar de su impacto psicológico, el ultimátum de los diplomáticos de la ONU es la mínima represalia en el arsenal norteamericano.

Se trata únicamente de hacer cumplir una decisión que ya fue anunciada el pasado mes de marzo. Moscú calificó ayer la acción de "escandalosa" y advirtió que EE UU "puede sufrir las consecuencias".

Lo ocurrido con Daniloff ha reforzado la posición de los duros en la Administración, que no desean un acuerdo de armamentos con la URSS ni piensan que la suspensión de la cumbre sea un desastre. El jefe del Pentágono, Caspar Weinberger, y el ministro de Justicia, Edwin Meese, quieren una escalada de represalias y aconsejan al presidente suspender la cumbre. "Ésta es sólo una necesidad para calmar al lobby del control de armamentos en EE UU y para que los aliados apacigüen a su izquierda en Europa", opinaba el miércoles en un editorial el ultraconservador The Wall Street Journal.

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En su primera confrontación importante con Gorbachov, Reagan ha pestañeado primero. Ésta es la impresión generalizada aquí, y no sólo entre los sectores más conservadores, que califican de "nuevo Yalta" a la solución encontrada para Daniloff. En su opinión, la URSS ha conseguido su objetivo: equiparar a su espía con el periodista, después de que Washington haya pasado dos semanas diciendo que éste no es un espía. Todo el incidente habría demostrado que el ideológico y duro Reagan, que ha hecho una carrera política prometiendo firmeza frente a la URSS, se arruga en el primer enfrentamiento y demuestra que su fuerza es fundamentalmente la retórica. Curiosamente, esta opinión no es exclusiva de los reaccionarios, sino que ha sido expresada editorialmente por The New York Times.

Los ex secretarios de Estado Henry Kissinger y Alexander Haig han criticado abiertamente al presidente. Muchos se preguntan qué se habría dicho si Jimmy Carter hubiera actuado igual que Reagan en una crisis como la de Daniloff. La biblia de los ultraconservadores, el Washington Times, un diario muy respetado en la Casa Blanca, en un editorial titulado Dejar que Reagan sea Carter, ha escrito que, en comparación, "Carter era duro y astuto".

Los síntomas de crisis entre las dos superpotencias no impiden, sin embargo, a Washington mantener la cita de hoy entre los dos ministros, que puede convertirse en una repetición de lo ocurrido hace tres años en Madrid, después, del derribo del jumbo surcorearios, de la KAL, cuando Shultz utilizó el encuentro con el estoico Andrei Gromiko únicamente para juzgar y condenar a la URSS. Por un lado, EEUU quiere mantener el diálogo abierto, confiando en lograr una fórmula para resolver el incidente Daniloff sin perder más la cara. Por otro, utilizando el supuesto nido de espías de la URSS en la ONU, da un paso que puede provocar el hundimiento de la cumbre y una nueva congelación de las relaciones con Moscú.

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