Woody Allen y Fernando Fernán-Gómez inauguran una muestra variada y rica
El viaje a ninguna parte, de Fernando Fernán-Gómez, que concursa en la sección oficial, y Hannah y sus hermanas, de Woody Allen, exhibida fuera de concurso en la llamada Zona Abierta, inauguraron anoche la primera de las 10 densas jornadas de esta importante edición del festival. Más de 13 películas diarias, procedentes de 30 países, hasta un total de 138 acabarán de una vez con las incógnitas que desde hace muchos años sobrevuelan un festival que había perdido su necesidad, pero que ahora parece recuperarse. La fuerza de su arranque y la variada y rica oferta de filmes que le seguirá despejan parte de las penúltimas sombras.
La primera de esas dos sombras pendientes procede de la calidad o falta de ella en las 17 películas seleccionadas para concursar en la sección oficial. Si ésta permite al jurado internacional -en el que se han producido las deserciones del griego Theo Angelopciulos y del británico Jack Clayton, que han sido sustituidos por el español Pedro Olea y el inglés Julien Temple- confeccionar para la noche de clausura una lista de premios que sea competitiva en los mercados mundiales, la actual consideración provisional de este festival como de categoría A perderá seguramente esa provisionalidad y su pertenencia al ramillete de festivales de primera categoría será sancionada en la anunciada reunión durante el próximo noviembre de la Federación Internacional de Productores de Cine.La segunda sombra no depende de la bondad o mediocridad del palmarés final, sino de circunstancias exteriores al festival en cuanto tal: que éste discurra sin que altercados políticos alteren su curso. Una manifestación convocada a las 19.30 de ayer por las gestoras pro amnistía fue expeditivamente disuelta por la policía.
Al contrario que en Cannes, Berlín o Venecia, en San Sebastián el festival y su ciudad se encuentran tan interrelacionados que cualquier acontecimiento ciudadano puede perturbar a su vez la normalidad del festival. El año pasado, sólo en el último día ciudad y festival experimentaron tales alteraciones. Pero a nadie se le escapa que durante estos días, bajo la apacible vida donostiarra, hay marejada política de fondo y no precisamente leve.
Que tal marejada aflore repentinamente a la superficie es difícil de prever, pero sin duda es posible y esto tensa visiblemente los nervios de algunos medios de la organización del festival.
La posibilidad de que un suceso imprevisible o una provocación calculada (recuérdese que uno de los atentados de los GAL ocurrió, y no por casualidad, un día antes de finalizar la pasada edición del festival) provoque una reacción ciudadana que a su vez ensombrezca este concurso de luces, está ahí.
Pero, al margen de la incógnita de la calidad de las películas y del hipotético desencadenamiento de conflictos políticas, las otras sombras que desde hace años amenazaban al festival, en especial la esclerosis imaginativa y la incompetencia, han sido barridas.
Un total de ocho secciones -oficial, Zona Abierta, retrospectiva Louise Rainer, maestros norteamericanos contemporáneos de Luis Buñuel, novísimo cine braisileño, cine y revolución mexicana, proyección integral de la gran obra maestra de Erich von Stroheim Avaricia, y un germen muy bien planteado de mercado de filmes titulado Desayuno con diamantes-, todas ellas urdidas y planteadas con grandes conocimientos del medio e indudable ingenio, ponen de manifiesto que se ha producido un vuelco en el sentido de la orientación y de la toma de decisiones dentro de la organización y planificación del festival.
En lo que hace a los filmes de Woody Allen y Fernando Fernán-Gómez, que abrieron la jornada inaugural, su proyección se escapa a la hora de redactar esta crónica.
Babelia
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