Reagan y Libia
Las maniobras aeronavales egipcio-estadounidenses, y la posterior permanencia de navíos norteamericanos, todo ello cerca de las costas de Libia, no pueden homologarse ni enjuiciarse con la situación existente en las anteriores maniobras de EE UU y el castigo infligido con el bombardeo de determinados puntos, sitos en Bengasi y Trípoli, realizado hace varios meses con sorprendente eficacia y rapidez.Esta afirmación la basamos en dos condicionantes diferenciativos. En primer lugar, la conducta de Francia ha sufrido una importante modificación, causada, aunque parezca extraño, más por la imprudente intervención de elementos libos en la guerra del Chad y actos terroristas perjudiciales al gran país galo que por el cambio de gobierno de esta gran nación.
En segundo lugar, y esto es de enorme importancia para toda la humanidad, será peligrosísimo para la estabilidad precaria que tenemos en el planeta que la Administración Reagan, obtenida ya la recuperación del prestigio internacional de la superpotencia EE UU, estime erróneamente que la actitud soviética va a ser idéntica a la mantenida anteriormente. Deben reconsiderar esta opinión, ya que el propio Gobierno israelí y los de las naciones árabes moderadas conocen la radical diferencia creada por el apoyo sirio a Gaddafi. Un ataque a Libia no obtendría posterior intervención soviética, pero el más mínimo acto de fuerza contra Siria desencadenaría dicha intervención de forma fulminante. Hay que comprender cómo los miembros del Politburó, con la inteligentísima dirección actual, serían obligados moralmente a ordenar medidas de fuerza, pues los esta dos mayores soviéticos consideran a Siria como pieza fundamental para su defensa y mantenimiento de la actual situación.
No se oponen estas consideraciones a la toma de medidas enérgicas contra todo nido de terrorismo internacional, pero la línea de la lógica y prudencia no debe en caso alguno vulnerarse, pues el peligro sería inmenso e irreparable. -
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