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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El mundo no se anima

EL RECIENTE informe distribuido por el secretariado del Fondo Monetario Internacional (FMI) entre los países miembros arroja una luz nueva, ciertamente poco optimista, sobre la situación económica mundial. Las previsiones realizadas en la primavera han sido revisadas a la baja para los principales países occidentales, desde un 3% hasta un 2,8%. La revisión no es muy importante, pero señala una tendencia que permanecerá el próximo año, para el que las previsiones de crecimiento también se han visto reducidas en dos décimas de punto hasta un 3%. La situación económica mundial deja, pues, bastante que desear. O para decirlo de otro modo: el crecimiento de los países industrializados es justo el necesario para que los problemas no se agraven. Nada más.Las principales revisiones a la baja afectan a las economías de Estados Unidos y de Japón. Para los primeros, el FMI prevé tasas de crecimiento del 2,8% para 1986 y del 3% para 1987, cifras muy distantes de las previsiones del Gobierno norteamericano, que contaba con alcanzar un 4% de crecimiento este año y un poco más el año próximo. Algo parecido, aunque en menor escala, sucede con Japón, puesto que el crecimiento previsto para 1986 y 1987 se sitúa en un 2,7%. Por el contrario, Alemania es uno de los pocos países para los que el FMI no ha alterado las previsiones referidas a 1987: el crecimiento será del 3,2%. Lo cual no impedirá una reducción sustancial a la baja para 1986. Exactamente tres cuartos de punto hasta quedar en el 3%.

Las implicaciones de estas cifras son importantes. En primer lugar reflejan un cierto sentimiento de frustración tras las expectativas de crecimiento que la reducción de los precios del petróleo despertó en los países más desarrollados. Ciertamente, la primera mitad de 1986 no ha registrado un salto hacia adelante de la producción, sino más bien una pausa en el crecimiento que los expertos del FMI esperan que no se prolongue en la segunda parte del año. En este aspecto, los indicadores económicos más recientes parecen darles la razón, si se tiene en cuenta que la demanda interior tiende a despertar de su letargo en algunos países desarrollados como consecuencia de la caída de la inflación. De confirmarse esta tendencia, la segunda parte del año podría ser mejor que la primera. Así se espera que suceda en Estados Unidos y en Japón, donde acaban de darse a conocer las cifras correspondientes al segundo trimestre del año y en las que se refleja un crecimiento de la producción del 0,9% (3,6% en tasa anual), tras haber caído un 0,5% en el primer trimestre.

Globalmente el crecimiento del 3% en los países desarrollados no aliviará los problemas del Tercer Mundo. Antes de la caída de los precios del petróleo, una serie de proyecciones realizadas por prestigiosos expertos internacionales preveía que esta cifra era justamente el límite entre el agravamiento y la mejora de situación de los países deudores. Tras el hundimiento de los precios del petróleo la situación se ha complicado porque hay algunos países importantes que permanentemente bordean la suspensión de pagos. Para otros muchos, el hundimiento de los precios de las materias primas ha atenuado considerablemente el efecto beneficioso que ha tenido sobre su deuda externa la caída del dólar y la disminución de los tipos de interés. En la actualidad, los precios de las materias primas están cambiando de tendencia, pero también comienzan a aparecer síntomas en Estados Unidos de que la caída de los tipos de interés ha tocado fondo. Los problemas siguen, pues, planteados más o menos en los mismos términos.

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Otro aspecto preocupante del informe se refiere a los desequilibrios de las balanzas de pagos de los países industrializados. A pesar de la caída del dólar, Estados Unidos registrará un déficit de la balanza por cuenta corriente del orden de los 110.000 millones de dólares, cifra muy parecida a la del año pasado, y no se esperan mejoras sustanciales para 1987. De seguir esta deriva, los expertos del FMI advierten que Estados Unidos podría encontrarse en la poco envidiable situación de deber al resto del mundo una cifra del orden de los 800.000 millones de dólares en 1991, lo cual no dista mucho del endeudamiento actual del conjunto de los países en vías de desarrollo. Aunque las consecuencias finales de esta evolución son difíciles de estimar, lo menos que puede afirmarse es que una situación de este género es poco compatible con la confianza que han venido demostrando hasta el presente los inversores en la moneda de Estados Unidos. Lo cual, a su vez, plantea una serie de problemas que van desde la financiación del comercio internacional hasta la capacidad de controlar la inflación en aquel país en un futuro no muy distante.

El informe del FMI describe una situación compleja en la que el crecimiento económico se ve amenazado por unos desequilibrios cuya corrección no será fácil. La principal esperanza reside en la consolidación del crecimiento que se apunta para la segunda mitad de 1986, lo cual requerirá políticas económicas más expansivas en algunos de los grandes países industrializados. Y aunque las políticas expansivas suelen llevar consigo un cierto peligro inflacionista, el riesgo implícito que acarrea la persistencia de los actuales desequilibrios en las balanzas de pagos es probablemente aún mayor. Tal vez sea ésta la principal cuestión que plantea la lectura del informe.

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