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El novillero De la Viña conmocionó la plaza

Víctor y Marín / De Paz, De la Viña, El Loren

Novillos de Víctor y Marín, de pobre presentación, mansos. Manuel de Paz: pitos; bronca. Rafael de la Viña: oreja; oreja. El Loren: palmas en los dos. Plaza de Albacete, 9 de septiembre. Primera de feria.

Rafael de la Viña causó una auténtica conmoción ayer en la novillada que abría la feria. La valentísima actuación del diestro caló en los tendidos y convirtió la plaza en una olla a presión. En su primero, un auténtico marrajo -como todos sus hermanos-, se la jugó, asustando al toro y al público.Aguantó tarascadas, desafió las reglas de la lógica en la lidia y al propio miedo, ofreciendo los muslos para que el manso entrara. Parte del público cerraba los ojos casi aterrorizado. Otros permanecían de pie absortos. Todos con el corazón en un puño. Tras varios bellos muletazos, De la Viña enterró el acero y sus paisanos pudieron, al fin, respirar tranquilos.

Hasta el quinto, con el cual, además de exponer de nuevo las femorales, logró torearlo con poder, ligazón y gusto, finalizando con unos enjundiosos ayudados por alto, volviendo a volcarse con decisión a la hora de matar.

No sucedió lo mismo con la eterna promesa que es Manuel de Paz, un ya veterano novillero calé de mucha clase pero ánimo flojo. Sus enemigos guardaban veneno en el pequeño frasco de su escaso trapío; pero él tampoco destapó el frasco de las esencias, que posee. Manuel de Paz no es hombre de guerra. La afición de su tierra, no obstante, le pitó en exceso.

Completaba la terna El Loren, de dinastía local, como sus compañeros, aunque con menos festejos en su haber. Estuvo digno y apuntó algunos detalles interesantes, dejando un buen sabor y rebajando la tensión que se vivió con el arrollador De la Viña.

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