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Escepticismo de norteamericanos y europeos para coordinar las políticas económicas

ENVIADO ESPECIAL La posibilidad de que tengan éxito los intentos de coordinar las políticas económicas de los países occidentales, para consolidar la recuperación, fue valorada ayer en Santander con escepticismo por un grupo de expertos norteamericanos y europeos. Europa no quiere tomar el relevo de la locomotora norteamericana porque no encuentra consenso sobre los instrumentos para realizar una política ya convergente en los objetivos.

Pese a la evidente mejora de la situación económica occidental desde 1982, los catedráticos extranjeros que hablaron ayer en el curso sobre Opciones de política económica, desarrollado esta semana en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, se tentaron la ropa al tratar de otear el futuro inmediato.Si en sus primeros análisis se mostraron el lunes cautivados por las palabras histéresis o asimetría, utilizadas para expresar la dificultad de recuperar las condiciones macroeconómicas existentes en 1984 ahora que el petróleo y el dólar tendían hacia el punto de partida, la noticia del reciente acuerdo de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) parece haberles acentuado el pesimismo.

Richard Cooper, catedrático de Harvard, que desempeñó el cargo de subsecretario de Relaciones Económicas con el presidente Carter, defendió que hasta que no exista un amplio consenso en cómo funciona la economía será difícil que la cooperación tenga eficacia y se desarrolle. En el campo de la bacteriología, la humanidad tardó 100 años en erradicar del planeta la viruela. Por tanto, no vio razones para que la ciencia social de la economía vaya más deprisa.

Al analizar los impedimientos de la cooperación, Cooper argumentó que no sólo existen desacuerdos de prognosis, como, por ejemplo, si habrá otra fuerte crisis del petróleo en el próximo decenio. También resaltó las diferencias en la distribución de los costes y beneficios, en el método para lograr cualquier objetivo, e incluso la desconfianza entre los distintos países sobre el grado de cumplimiento de un objetivo. Hasta en una experiencia regional que todos juzgaron más o menos positiva, como es el Sistema Monetario Europeo (SME) como base para la estabilidad cambiaria y la convergencia de políticas económicas, las valoraciones fueron cautelosas.

La libra y el SME

El catedrático británico Michael Artis, asesor de las comisiones parlamentarias que han estudiado la entrada de la libra esterlina en el SME, expuso la carencia de pruebas sobre la virtualidad de éste, excepto como elemento de rigor contra la inflación, precisamente para lo que no fue creado. Aunque el profesor británico afirmó que al menos ha sobrevivido, dijo que todavía es un enigma el precio pagado para ello.

Tanto Artis como el también catedrático británico Marcus Miller, confirmaron que el Banco de Inglaterra y el Tesoro participan por fin de una "afianza dominante" en favor de meter a la libra en el SME. El acuerdo pretende consolidar los logros del Gobierno de Margaret Thatcher en materia de precios o conservar la competitividad de una forma sólida, ahora que Francia ha liberalizado sus controles de cambio -instrumento susceptible de evitar movimientos especulativos contra una divisa- y presiona para que Italia haga lo mismo. Pero la jefa de Gobierno británico y sus asesores no están convencidos, y se cree que sólo podrían aceptar si el SME permite a la libra una banda de fluctuación de al menos un 6%, como la lograda por la ira italiana.

A nivel occidental, los principales países, incluso aquellos que han reducido mucho la inflación y han mejorado el empleo, pretenden evitar que resucite la inflación, aunque peligre la reactivación de la economía.

La posición de que Europa debe tomar el relevo a la economía de Estados Unidos como motora de la recuperación internacional, porque los norteamericanos ya tienen suficiente con seguir como están y tratar de reducir sus grandes déficit presupuestario y exterior, fue defendida por el catedrático francés Olivier Blanchard, aunque desde la perspectiva de tomar como prioridad la mejora del empleo.

A juicio del catedrático francés, en los últimos 10 años la tasa de paro que no aumenta la inflación ha crecido en Europa por encima del 10%, si bien podría reducirse con una disminución de los salarios reales que permita mantener el gasto de los Gobiernos y aumentar la producción.

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