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Claudia Sheinbaum
Columna
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Las palabras y los hechos de Sheinbaum

La presidenta ha reiterado que se guiará por el credo de “cooperación sí, subordinación no”. Falta ahora que informe cuánto más cedió ante Estados Unidos en su llamada con Trump

Claudia Sheinbaum, durante una rueda de prensa en el Palacio Nacional, de Ciudad de México.
Claudia Sheinbaum, durante una rueda de prensa en el Palacio Nacional, de Ciudad de México.Isaac Esquivel (EFE)
Salvador Camarena

México presume el desplazamiento de 10.000 efectivos de la Guardia Nacional para cumplir la exigencia de Estados Unidos, casi al mismo tiempo que la presidenta proclama palabras de fervor patriótico en contra del sometimiento nacional a las pretensiones de Washington.

72 horas después de que la presidenta Claudia Sheinbaum lograra un apaciguamiento de un mes —30 días— de las pretensiones arancelarias de su homólogo estadounidense, Donald Trump, la titular del Ejecutivo ha saboreado en Querétaro la entrega de su movimiento.

Al conmemorar el 108 aniversario de la Constitución de 1917 en el emblemático Teatro de la República, Sheinbaum ha recogido oleadas de aplausos y vítores de un auditorio de incondicionales, máxime porque la presidenta misma marginó de ese acto a la titular del Poder Judicial.

La ceremonia ha sido una reivindicación del sectarismo morenista de cabo a rabo. Morena no concede mérito alguno a lo ocurrido entre algún punto del priismo clásico (acaso desde la década de los setenta) y el 2018, año que declaran como de renacimiento democrático.

No tendrán ni la honestidad intelectual de reconocer, justo ahora que Trump pretende demoler el TMEC, que este es producto con el que PRI de los noventa abrió la economía mexicana al mundo, esa economía que hoy Sheinbaum y su equipo defienden a capa y espada.

Lo de espada es literal. O casi. Sheinbaum ha aceptado desplazar a 10.000 efectivos de la Guardia Nacional, con sus fusiles, a la frontera norte, para tratar de apaciguar al personaje que se instaló en la Casa Blanca el 20 de enero con enorme apoyo popular.

México dio de nuevo la espalda a los migrantes, e inició el despliegue del segundo piso del muro humano que desde 2019, en la primera presidencia de Trump, se comenzó a instalar en ambas fronteras para impedir que personas sin documentos intentaran llegar a Estados Unidos.

Los discursos sobre soberanía nacional retumbaron en el Teatro de la República, pero esa emotiva estampa en Querétaro poco tiene que ver con la celeridad con que este martes el propio Gobierno claudista reportó que los soldados mexicanos llegaban a la frontera.

Las palabras de Sheinbaum en defensa de la autodeterminación en la ceremonia del 5 de febrero suenan fuerte; los hechos de su gobierno son igualmente sonoros: la frontera norte cuenta ya con 10.000 hombres armados más al servicio de las prioridades de Donald Trump.

El compás de espera de los 30 días de tregua trumpista, tan aplaudido como tranquilizador, es la espada de Damocles que pende sobre una nación que parece preferir el solaz de reivindicar su espíritu nacionalista e incluso antiyanqui a la realidad: ganamos tiempo, cedimos control migratorio y seguridad, y a saber qué más.

No somos colonia ni protectorado de nadie, ha dicho la presidenta en la parte más emotiva de su intervención. Sin duda una proclama justa que, sin embargo, corre el riesgo de toparse con la pared de la realidad de la lucha antinarco, que ahora será certificada por Estados Unidos.

La presidenta denuncia las nuevas amenazas de espíritu intervencionista, reclama el derecho que México se ha ganado a ser un país libre, soberano e independiente. Su discurso es coronado por gritos de “presidenta, presidenta”: el homenaje más claro en su sexenio.

El festejo de la Constitución, convertido en bálsamo para atenuar las presiones padecidas por la gobernante semanas atrás, y como mensaje de ánimo ante de lo único seguro: la voracidad injerencista se manifestará en contra de México más temprano que tarde.

La presidenta ha reiterado que se guiará por el credo de “cooperación sí, subordinación no”, que nada de aceptar intervencionismo o sometimiento, que defenderá nuestras libertades. Falta ahora que informe cuánto más cedió ante Estados Unidos en su llamada del lunes.

“Estamos unidos”, ha dicho la presidenta en un momento del discurso en Querétaro. Ella cree eso al mismo tiempo que por su designio fue anulada la representación de la ceremonia constitucional del Poder Judicial. La república, le guste o no a ella, no estuvo completa.

Son las palabras y los hechos de la presidenta en este miércoles. Por sus dichos y por sus obras será recordada. Y por la congruencia entre ambos lenguajes, el de los discursos y el de su conducta.


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