El TMEC en cinco gráficos: más exportaciones, más inversión extranjera pero débil crecimiento económico
El acuerdo de libre comercio de América del Norte vive horas cruciales ante las amenazas proteccionistas de Trump con el horizonte de la renegociación del acuerdo prevista para 2026
A finales de la década de los noventa, el presidente mexicano Carlos Salinas de Gortari había concluido con éxito la renegociación de la deuda externa y ya tenía en la mira su siguiente objetivo: la firma de un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos para elevar el crecimiento económico del país. El mandatario, con un posgrado en Harvard, veía en los ríos del comercio binacional una ventana para potenciar las condiciones económicas de México. En los albores de la década de los noventa se gestó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, luego el TMEC. Las crónicas de entonces en los medios mexicanos daban cuenta de las promesas de crecimiento que auguraba el acuerdo entre México, Estados Unidos y Canadá en recaudación fiscal, inversiones, exportaciones y reducción de inmigración, dada la promesa de una prometedora cantidad de empleos en los tres países firmantes. Tras casi cuatro años de negociaciones, cabildeos y borradores, la ambiciosa iniciativa fue aprobada por ambas cámaras del Congreso estadounidense en noviembre de 1993, así como en el Congreso mexicano. Pese a la oposición de numerosos sectores, sobre todo en el área sindical, el sistema priista de aquella época signó como un triunfo la concreción del TLCAN, que finalmente arrancó el 1 de enero de 1994, con la desgravación de 5.900 fracciones arancelarias en México y la modificación de una veintena de artículos en la Constitución.
A 30 años de distancia, y con una renegociación en 2020 entremedias, el acuerdo comercial, ahora llamado TMEC, presenta luces y sombras para México. Los expertos coinciden en que, en este periodo, México se posicionó en su papel de ensamblador y exportador hacia América del Norte, pero ha quedado a deber en otros renglones como la innovación o el crecimiento.
Adolfo Laborde, experto en comercio internacional, explica que el acuerdo aterriza en el país en un proceso de liberalización económica, iniciado en 1986 con la entrada de México en el GATT (Acuerdo General de Tarifas y Comercio) y que continuó con más privatizaciones de empresas y la no estatización de compañías, de esa época. “La intención era complementarnos económicamente, a través del régimen de la maquila, con la instalación de una gran cantidad de factorías para ensamblar manufacturas, básicamente eran productos provenientes de China, de Japón y posteriormente de Corea y de Estados Unidos”, relata.
Laborde añade que, si bien se triplicaron las exportaciones mexicanas, también se vulneraron varios sectores. Desde su punto de vista, la política industrial desapareció y con ello una gran cantidad de productos de manufacturas mexicanas. “Con el tema de la renegociación del 2020 ha habido una evolución, es otro tipo de tratado, pero el espíritu de libre comercio sigue intacto”.
El tratado supuso la entrada de un modelo de crecimiento liderado por inversiones y exportaciones. Una de las artistas de mayor brillo versa sobre la atracción de inversiones extranjeras. De acuerdo con las estadísticas oficiales, en 1993 apenas aterrizaron 4.900 millones de dólares. A 2023, la cifra de inversión extranjera directa en territorio mexicano rebasó los 36.000 millones de dólares.
Uno de los sectores que más se ha beneficiado ha sido la industria automotriz. En 1993 existían 10 plantas de fabricación de vehículos ligeros y motores, representadas por cinco marcas; tres décadas después en México operan más de 37 plantas y una capacidad instalada para producir más de 5 millones de vehículos por año. Las cifras del gremio dan cuenta de una exportación anual de más de 3,2 millones de vehículos, de los cuales más de un 80% se dirige a EE UU.
Pese a la incertidumbre de este año, derivado de los procesos electorales en México y Estados Unidos, los flujos comerciales entre ambos países se han fortalecido. México se mantuvo como el primer socio comercial de Estados Unidos, superando a Canadá y a China con exportaciones de enero a octubre por más de 424.000 millones de dólares, lo que supone más del 80% de las compras internacionales de ese país. Además de vehículos terminados y autopartes, las empresas afincadas en México proveen a EE UU equipo mecánico, equipo médico, bebidas, licores y vinagre, frutas comestibles, así como su segundo mayor proveedor de aparatos eléctricos y sus partes, combustibles minerales y muebles.
El panorama, hasta ahora, de crecimiento y consolidación del TMEC, ha cambiado desde el pasado 5 de noviembre, con el triunfo del republicano Donald Trump en las elecciones presidenciales. El magnate ha utilizado los amagos de aranceles y de una revisión más dura sobre el TMEC si considera que ya no beneficia a su país. Frente a la escalada de tensión comercial entre Estados Unidos y China, Trump no ha dudado en poner en riesgo el acuerdo estratégico del bloque de Norteamérica.
Aunque el republicano aún no asume el cargo, el Gobierno de Sheinbaum ha defendido desde ya la pertinencia del TMEC. Hace unas semanas, el canciller Juan Ramón de la Fuente se reunió con importantes inversionistas estadounidenses en Nueva York para discutir el futuro del acuerdo. Frente a los empresarios estadounidenses, el funcionario federal indicó que México y EE UU son dos países socios, amigos y vecinos. La defensa también ha sido secundada por el secretario de Economía, Marcelo Ebrard.
Desde la trinchera del empresariado mexicano, Francisco Cervantes Díaz, presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE) ha calificado al TMEC como el mejor negocio para las economías de América del Norte. “Vamos a salir bien y hemos vivido 30 años con el Tratado de Libre Comercio y siempre hemos tenido la capacidad de entendimiento”, concluyó el presidente del CCE.
Aunque existe un frente común desde el lado de la frontera sur para defender al TMEC, las expectativas desde el lado de la academia no son del todo alentadoras. “El acuerdo sí está en riesgo, Trump puede tomar decisiones drásticas y afectar toda la planta productiva, por eso, está tan preocupado el Gobierno de México en mandar señales para que Trump no utilice de pretexto el narcotráfico, el crimen organizado, la migración y con ello afecte el tema del libre comercio. Paralelamente, hay que tomar en cuenta que México ya tomó una posición respecto a China al anunciar la intención de desacoplarnos de ellos y buscar desarrollar en México lo que se produce allá. Bajo este panorama, nos estamos encaminando a una etapa de incertidumbre”, concluye Laborde.
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