En la muerte de un líder sindical
Joel Ayala Almeida manipuló estatutos para reelegirse indefinidamente y murió en el cargo de Secretario General de la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado
El líder de la central sindical que agrupa a los trabajadores del Estado, Joel Ayala Almeida, murió al iniciar la semana. Su deceso, dice La Jornada en su nota al respecto, cierra una época de 26 años. Figura controvertida, es también un ejemplo del maridaje Morena-sindicatos.
De Ayala Almeida hay que apuntar que fue alumno aventajado de esa tradición de los líderes sindicales mexicanos por eternizarse en el puesto. Fidel Velázquez la inauguró en 1950, y Francisco Hernández Juárez es decano (encabeza a los telefonistas desde los setenta).
Electo por vez primera en 1998, Ayala manipuló estatutos para reelegirse indefinidamente: murió en el cargo de Secretario General de la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado (FSTSE). Y no solo eso, por su designio, lo sustituirá su sobrino.
Otra de las “tradiciones” sindicalistas que cultivó Joel Ayala fue la de ocupar varias veces una curul o un escaño: tres veces diputado, dos veces senador. Es decir, fue casi tantos años legislador como líder sindical.
Sonorense de nacimiento, tuvo también el olfato de entender que los vientos cambiaban de dirección y aunque criticaba algunas políticas de Morena, no se cuenta entre los férreos opositores al obradorismo.
De hecho, y como si se rigiera por aquello de amor con amor se paga, la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez, declaró en ocasión del deceso que Ayala “siempre estuvo con México, apoyó al país y a sus trabajadores. Fue un líder ejemplar”.
Hay otros datos que no necesariamente coinciden con Rodríguez. Por ejemplo, en La Jornada, el mismo diario en el que la hoy secretaria de Gobernación fue reportera, la colega Fabiola Martínez reprodujo estas críticas a Ayala:
“En lugar de ejercer un liderazgo democrático, abierto, propositivo y combativo, el sello de su gestión se caracteriza por un ejercicio unipersonal, autoritarismo, manipulación, transgresión de los estatutos que de por sí le conceden facultades ilimitadas; manejo clientelar, nepotismo, inmovilidad en defensa de los derechos y conquistas de los trabajadores; connivencia con las autoridades para imponer a los trabajadores políticas y programas que lesionan nuestros derechos de forma unilateral; de convenios y aliento de disidencias en sindicatos que no se le subordinan”.
Eso fue en 2003, y sí, quienes declararon en tales términos eran el grupo de sindicatos disidentes que resintieron imposiciones de Ayala y terminaron saliendo de la FSTSE, lo que representó todo un cisma.
Para agregar datos sobre el perfil del líder de los burócratas fallecido, se puede citar otro texto de hace no tanto, de 2013.
En octubre de ese año, Denise Dresser retomaba en la revista Proceso una novedad editorial de Francisco Cruz Jiménez: el libro Los amos de la mafia sindical. Entre los que reseña el autor está el hoy fallecido. Denise subrayaba al respecto:
“Como Joel Ayala, líder de los burócratas federales —a través de la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado—, quien vive obsesionado con los caballos de pura sangre. Quien ha acumulado una fortuna mayor a los 15 millones de dólares”.
Cruz Jiménez ha abundado, por su parte, sobre una venta multimillonaria de unos terrenos para el INE de la que Ayala se habría beneficiado personalmente.
Dresser comienza su texto con cuatro palabras: “Allí están. Allí siguen”. Es decir, denunciaba cómo mientras el país se suponía que avanzaba en ese año hacia las llamadas reformas estructurales del Pacto por México, viejos cacicazgos resistían esa “modernización”.
Doce años después Morena da póstuma bendición a Joel Ayala. Nada hay en ello de contradicción: el nuevo régimen, el que se supone que iba a renovar la vida nacional, hace exactamente lo mismo que el anterior: abraza a los poderes fácticos en detrimento de la democracia.
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