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Morena
Columna
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Morena, ¿unidad o congruencia?

Personajes como Adán Augusto y Monreal, procedentes del PRI e incorporados a Morena no por convicción ideológica, sino por cálculo profesional, responden a la segunda opción, y están empujando la nave a la playa equivocada

Adán Augusto López y Ricardo Monreal
Adán Augusto López conversa con Ricardo Monreal en el Senado de la República, en agosto de 2022.Cuartoscuro
Jorge Zepeda Patterson

Es explicable que la presidenta Claudia Sheinbaum haya solicitado a los dos coordinadores de Morena en las cámaras dejar atrás sus rencillas y operar con la unidad que necesita el proyecto de la Cuarta Transformación. La exhibición de los trapos sucios de Adán Augusto López, líder en la cámara de Diputados, y Ricardo Monreal, su equivalente en la de Senadores, constituyó la delicia de la oposición y de la prensa crítica. Al llamarlos a la concordia, Sheinbaum asume que la enorme responsabilidad que el Gobierno de México tiene por delante para responder a Trump 2.0 y el desafío de despabilar a una economía que tiende al estancamiento, no admiten desgastes innecesarios ni fracturas.

Pero justamente, por la magnitud de tales retos, habría que preguntarse si estos son los mandos que requiere tan exigente tarea. Es verdad que Monreal y Adán Augusto han conseguido 13 de las 18 reformas contempladas en el Plan C de Andrés Manuel López Obrador, en apenas cuatro meses de actividades legislativas. Pero lo han obtenido a partir de mayorías constitucionales cómodas y con la delicadeza de un elefante en sembrado de girasoles. Madruguetes, negociaciones vergonzantes a la vista para obtener el voto de Yunes, dictámenes apresurados, cargados de vicios, votaciones cuestionadas, desaseo en el desempeño de las comisiones previas. Por ningún lado aparece la operación política fina, la que lleva a depurar una iniciativa controvertida hasta hacerla viable, convincente y de menor costo de imagen para el partido gobernante. Por el contrario, esta aplanadora ha dejado a su paso la ingente tarea de convertir a las leyes secundarias en tapa hoyos de las incongruencias; obligan a los actuales o futuros responsables a resolver un entuerto por las dificultades logísticas o las imposibilidades financieras ignoradas por los legisladores.

Hay que decirlo, el uso político que ambos coordinadores han hecho de estas mayorías legislativas hace recordar al viejo PRI, y en nada prefiguran una vida pública más sana, ética o justa como la que pregona la 4T.

El problema de emprender la larga marcha del sexenio con estos operadores es doble. El obradorismo en el poder puede arribar a dos muy distintas playas dependiendo de las decisiones que se impongan en la ruta. Puede, como se lo ha propuesto Claudia Sheinbaum, profundizar y ampliar las bases para buscar una sociedad más equilibrada, justa y viable económicamente o convertirse en una maquinaria destinada al encumbramiento de una camarilla en el poder. Es eso lo que está en juego. Personajes como Adán Augusto y Monreal, procedentes del PRI e incorporados a Morena no por convicción ideológica, sino por cálculo profesional, responden a la segunda opción, y están empujando la nave a la playa equivocada. La 4T de Monreal es la que encumbra a figuras como Pedro Haces; la de Adán Augusto, la que concibe el poder como instrumento de control y sometimiento.

El exhorto a la unidad, a secas, puede entenderse como una llamada de atención por las necesidades inmediatas, pero dejarlo así equivale a esconder el polvo bajo la alfombra. Recordemos que ambos se acusaban mutuamente de malas prácticas, por no hablar de posibles delitos. Con eso de “dejar atrás rencillas” no se construye una nueva sociedad ni se eliminan los vicios públicos, más bien se profundizan.

Por otro lado, podría pensarse que estos personajes son necesarios en lo inmediato, y que eventualmente serán prescindibles. Por desgracia sucede justamente lo contrario. Ambos operan para ampliar sus redes, acomodar a sus incondicionales, establecer alianzas con gobernadores y líderes sindicales, definir candidaturas. Juegan a convertirse en alfiles imprescindibles, a generar la masa de poder político necesario no solo para mantenerse, también para aspirar a posiciones más altas.

Insisto, no solo se trata de una disputa del poder entre distintos polos dentro de Morena; es más que eso. Lo que está en discusión es el proyecto de país al que aspira este movimiento.

Importante destacar la intervención de Luisa María Alcalde, presidenta de Morena. Tras la convocatoria de Palacio Nacional para tomarse la foto de concordia, Alcalde señaló que no podía dejarse en esos términos ni exime de una investigación: “Si se detectan irregularidades se tienen que presentar las denuncias, es obligatorio. Se tienen que abrir las carpetas de investigación y, en su caso, se tienen que determinar las responsabilidades”.

Me parece que es un útil llamado de atención a lo que importa. Unidad o lealtad por encima o a costa de la honestidad, termina siendo un pacto de silencio que ahoga cualquier proyecto transformador.

Claudia Sheinbaum se debate entre las necesidades inmediatas de la gobernabilidad, la navegación por así decirlo; y la congruencia con las aspiraciones del movimiento, es decir, el destino. Pero hay problemas cuando las decisiones de navegación comienzan a comprometer el punto de llegada al que se aspira.

¿Tiene Sheinbaum los tripulantes para prescindir de operadores que nunca han hecho suyo el proyecto de nación por el que votaron los electores? En materia económica no tengo dudas, en el terreno político habría que cultivar nuevos elementos y fortalecer a los que ya existen. A la vista del reto, la presidenta requeriría una verdadera alianza con el resto de las fuerzas progresistas y de los sectores más sanos de la sociedad. Un acuerdo político con los dirigentes de Morena, para recomponer los cuadros del movimiento al margen de tanto expriista de cara mal lavada. Un titular de Gobernación que sea percibido como un igual por esos alfiles empoderados en las Cámaras.

Claudia preside el poder ejecutivo; a sus rivales les fue otorgado el poder legislativo. Peor aún, ¡a esos rivales! Pero no olvidar que son coordinadores de diputados y senadores de Morena; se trata de un poder que les fue adjudicado por un movimiento político que no les pertenece. No todavía. Por eso el reclamo de Alcalde, presidenta de Morena es importante. No sé si este punto de vista es compartido por su secretario de organización, Andrés López Beltrán, y por “Palenque”, quien los puso allí por una decisión tomada hace año y medio. Si fuera así, es una oportunidad para Claudia Sheinbaum.

López Obrador operó con una lógica que priorizó la conquista del territorio y la consolidación del proyecto contra todas las resistencias. Pocos o nulos filtros de reclutamiento frente a esta prioridad (Cuauhtémoc Blanco y similares). Hoy, con 24 gubernaturas, mayoría constitucional, oposición desplomada y niveles de aprobación cercanos al 70% la realidad es otra. Las prioridades también. Mejor el riesgo de perder una gubernatura que ganarla con un impresentable recién convertido; preferible modificar una iniciativa para consensuarla que imponerla “haiga sido como haiga sido”. ¿Cómo pedir unidad a empresarios y actores políticos frente a lo que se nos viene, cuando en las cámaras se les juega de manera ventajosa?

Requerirá valor, estrategia política, alianzas y tomar algunos riesgos. Pero está claro que lo que no se haga pronto podría hacerse imposible más tarde, cuando la hiedra haya invadido la pradera. Es decir, cuando hayan colocado a muchos de los suyos como embajadores, titulares de organismos paraestatales e internacionales, candidatos a gobernadores, ministros y jueces, candidatos en las elecciones intermedias. Tiempo de decisiones.

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