El nuevo campo de negociación entre Sheinbaum y Trump: aranceles, migración y fentanilo
México salva la relación comercial con Estados Unidos y evita la guerra arancelaria por un mes, a cambio del envío de 10.000 militares a la frontera, un trofeo que el republicano puede presumir ante sus bases
“Finalmente, llegamos a un acuerdo”. Así anunció Claudia Sheinbaum un pacto in extremis para posponer por un mes la guerra arancelaria que se cernía sobre México. Visiblemente aliviada y sonriente, la presidenta evitó la imposición de tarifas del 25% a sus exportaciones y se anotó su mayor triunfo político en los cuatro meses que ha estado en el poder, al salvar la relación con Estados Unidos, su principal socio comercial. La tregua no estuvo exenta de costos ni compromisos. A cambio de diferir la aplicación de los aranceles, el Gobierno mexicano accedió al envío de 10.000 efectivos de la Guardia Nacional a la frontera para reforzar el combate al crimen organizado, un trofeo que Donald Trump pudo presumir ante sus seguidores. Sheinbaum sacó pecho al sobrevivir la embestida del republicano y puso sobre la mesa el tráfico ilegal de armas desde territorio estadounidense. Trump pudo decir que doblegó a sus vecinos, al obligarlos a ceder en el combate al fentanilo y la crisis migratoria. Ambos lados se fueron contentos y con un nuevo tablero de juego para la relación bilateral y el futuro inmediato de las negociaciones.
“Estados Unidos se compromete a trabajar para evitar el tráfico de armas de alto poder a México”, subrayó Sheinbaum, tras la llamada que sostuvo con Trump este lunes. “Nuestros equipos empezarán a trabajar hoy mismo en dos vertientes: seguridad y comercio”, adelantó en sus redes sociales. El freno a los flujos migratorios se quedó fuera de los mensajes que emitió la presidenta. El mismo fenómeno se repitió en las comunicaciones oficiales desde la Casa Blanca. Todo se centró en la militarización de la frontera con México y la mano dura contra los carteles de la droga, mientras que el reclamo mexicano sobre las armas que alimentan a los grupos criminales quedó relegado a segundo plano.
Son dos versiones de la realidad con las que ambos Gobiernos pueden convivir, mientras todas las miradas están puestas en la pausa a la guerra comercial. “El aplazamiento de los aranceles era el asunto más delicado, lo que realmente me parece notable”, señala Miguel Basáñez, exembajador mexicano en Washington. “No sabemos que vaya a pasar en un mes ni cuál va a ser el estado de ánimo del presidente de Estados Unidos y si va a seguir insistiendo en lo que está haciendo”, matiza el diplomático.
“Fue oxígeno puro”, afirma Leonardo Curzio, especialista de la Universidad Nacional Autónoma de México. El último choque diplomático entre Trump y el Gobierno mexicano ha sido muy similar al que se dio en 2019. Durante su primer mandato, el republicano lanzó un ultimátum para que las autoridades mexicanas endurecieran su política migratoria, bajo la advertencia de imponer aranceles del 5%. Entonces, como ahora, el país latinoamericano accedió a desplegar decenas de miles de elementos militares en su frontera con Guatemala para evitar el castigo a sus exportaciones. “Lo que pasó hoy es la misma película”, señala Curzio, aunque también apunta que hay diferencias notables. Esta vez, las tarifas anunciadas eran del 25%, la crisis se resolvió con la militarización de la frontera norte y la Casa Blanca dio a México un plazo de un mes, y no de seis meses como hace casi seis años, para dar resultados. “Eso sí, es el mismo modelo de negociación que ya había utilizado Trump”, agrega el académico.
Trump anticipó durante meses que iba a llevar la relación con México con puño de acero y el Gobierno de Sheinbaum se preparó para afrontar ese desafío. En las primeras dos semanas de su presidencia, el republicano emitió una serie de decretos para consumar ese viraje de línea dura: declaró la “emergencia nacional” en la frontera, anunció la designación de los carteles como grupos terroristas e impuso medidas draconianas contra la inmigración irregular. El mensaje para las autoridades mexicanas fue que sus amenazas iban en serio, pero también que tenía nuevos elementos para castigar a sus vecinos. Washington ha amagado con cerrar la frontera, lanzar incursiones militares en suelo mexicano y herir de muerte la relación comercial entre ambos países. Nada de eso ha sucedido, pero la Casa Blanca ha dejado claro que puede hacerlo. Esa es su posición inicial en la mesa de negociaciones.
“Se sabía que Trump iba a llevar al límite las negociaciones, era de esperarse”, comenta Jorge Schiavon, académico de la Universidad Iberoamericana. “Trump consiguió todas las concesiones que esperaba de México a cambio de nada y a lo que me refiero con ‘nada’ es que se limitó a no imponer los aranceles y a recorrer esa amenaza por un mes”, agrega el especialista. Pero el hecho de evitar los pronósticos de una catástrofe económica y un golpe demoledor a las exportaciones, un 34% del PIB mexicano, fue en sí mismo un triunfo para Sheinbaum. Es el tipo de resultados políticos que arrojan las negociaciones en la era Trump.
Al mismo tiempo, en la opinión de Schiavon, el precio que pagó México por evitar el golpe a sus economía no fue demasiado alto y puede sentar las bases para una nueva colaboración en Seguridad con la Casa Blanca. Durante los Gobiernos de Joe Biden y Andrés Manuel López Obrador, la cooperación contra el crimen organizado dio visos de desgaste y estancamiento. Republicanos y demócratas no ocultaron su frustración y han sido bastante claros en sus preocupaciones sobre el avance del narcotráfico al sur de la frontera, en los cuestionamientos a la estrategia conocida como “Abrazos, no balazos” y en su rechazo a las afirmaciones de López Obrador de que en “México no se produce fentanilo”.
Sheinbaum, en cambio, mandó señales de que era sensible a esos señalamientos. No tuvo que desmarcarse públicamente de su predecesor ni reconocer explícitamente la proliferación del fentanilo, lo hizo implícitamente al anunciar en diciembre pasado el mayor decomiso de esa droga en la historia del país, el equivalente a más de 20 millones de dosis. Su Gobierno también consumó más de 10.000 detenciones en los últimos cuatro meses. “La estrategia de ‘abrazos, no balazos’ ya se acabó, aunque no lo hayan dicho ni lo vayan a decir públicamente”, asegura Schiavon.
Trump y los republicanos apuestan por el pragmatismo: les interesa fundamentalmente que las autoridades mexicanas atiendan sus demandas. En estas primeras semanas, la mayoría de los analistas coinciden en que las autoridades mexicanas han avanzado con éxito hacia la construcción de una relación de confianza con la nueva Casa Blanca y, en el proceso, también han logrado plantarse con dignidad ante las advertencias y provocaciones que llegan desde Estados Unidos, sobre todo de cara al ámbito interno y la opinión pública. “Se trata de colaborar, como siempre lo hemos dicho, y de coordinarnos, sin perder la soberanía, con respeto a nuestros territorios y a nuestro ámbito de actuación”, señaló Sheinbaum sobre los acuerdos alcanzados.
“Trump sabe que enfrente tiene a una persona con quien puede negociar y encontrar puntos de convergencia, eso es positivo”, comenta Curzio. Tras el pacto entre ambos mandatarios, las incógnitas que marcaban la relación comercial se trasladan al combate al narcotráfico y a la contención de la inmigración, señala el especialista. Las autoridades mexicanas deberán ofrecer resultados a Washington, que tendrá la última palabra para definir si se han alcanzado las metas que exige a su vecino o no. El Gobierno de Sheinbaum lo intentó antes con datos y cifras sobre la reducción de los flujos migratorios y los golpes al narco, pero fue más contundente la idea de tener a miles de militares apostados en la frontera. “Es justamente lo que busca Trump, acciones altamente mediáticas para demostrar éxitos ante sus seguidores”, afirma Schiavon. México ha superado una de las peores crisis que ha tenido con Estados Unidos, al menos por ahora.
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