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In memoriam
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Todo empezó con Elías

La filosofía del derecho, la memoria democrática y hasta el artículo 1 de la Constitución le deben mucho al pensamiento de Elías Díaz, fallecido tras una larga enfermedad

Elías Díaz, el 4 de octubre de 2016, en su domicilio.
Elías Díaz, el 4 de octubre de 2016, en su domicilio.Kike Para

No hace mucho que uno de nosotros (Manuel Atienza) utilizaba las palabras: “Todo empezó con Elías”, para subrayar su aportación, porque Elías Díaz, fallecido el pasado lunes 3 de febrero, tras una larga enfermedad, ha sido en efecto el principio de muchas cosas importantes.

Elías Díaz publicó en 1966 un libro, Estado de derecho y sociedad democrática, que fue, para toda una generación de estudiantes, la formulación de un nuevo ideal, en el que se hacía compatible la libertad con la igualdad, la democracia con el socialismo. Para nosotros supuso la posibilidad de superar la contraposición entre la libertad sin igualdad y la igualdad sin libertad, que oscurecía el pensamiento occidental durante la guerra fría. Para Elías supuso un período de confinamiento en un pueblo de Jaén durante el estado de excepción declarado en enero de 1969.

Elías Díaz inició a principios de los años setenta un programa de investigación con el propósito de recuperar la memoria —memoria democrática— de los intelectuales españoles silenciados por la dictadura. Esta iniciativa produjo sus frutos en dos libros suyos (La filosofía social del krausismo español, 1973, y Notas para una historia del pensamiento español actual, 1974) y en varias tesis doctorales: Emilio Lamo de Espinosa sobre Julián Besteiro (1972), Francisco Laporta sobre Adolfo Posada (1973), Virgilio Zapatero sobre Fernando de los Ríos (1973), Manuel Núñez Encabo sobre Manuel Salas y Ferré (1975), y Eusebio Fernández sobre marxismo y positivismo en el pensamiento español (1978).

Elías Díaz renovó la filosofía del derecho en España cuando publicó, en 1971, su Sociología y filosofía del derecho. Abandonaba en ella el iusnaturalismo escolástico dominante en la filosofía jurídica y el formalismo dominante en la ciencia jurídica. Nos introdujo así en el pensamiento de Hans Kelsen, Herbert L. A. Hart, Alf Ross, Norberto Bobbio y Renato Treves, y, con ellos, en los debates que entonces estaban abiertos en Europa. También ello dio pronto sus frutos en tesis doctorales: Manuel Atienza sobre la filosofía jurídica argentina (1976), Liborio Hierro sobre el realismo jurídico escandinavo (1979), Alfonso Ruiz Miguel sobre Norberto Bobbio (1982), Joaquín Almoguera sobre Umberto Cerroni (1983), Juan Ruiz Manero sobre Antonio Labriola (1983) y Juan Ramón de Páramo sobre H. L. A. Hart (1982, dirigida esta por Gregorio Peces Barba).

También esto tuvo, para Elías, un precio: el sector más reaccionario de la disciplina, encabezado por el profesor Elías de Tejada, consiguió rechazar una y otra vez el acceso a la cátedra de Elías Díaz. Contratado por la Universidad Autónoma de Madrid en 1972, gracias al Decano Aurelio Menéndez, pudo finalmente acceder a la cátedra dos años después, en 1974.

Vinculado inicialmente al grupo socialista dirigido por Enrique Tierno Galván, de quien fue estudiante en la Universidad de Salamanca, Elías se distanció para incorporarse al PSOE en 1968. No fue nunca, sin embargo, un activista político, sino un intelectual comprometido. Llegada la transición democrática, rechazó más de una vez la oferta de ser senador y aceptó el nombramiento de Director del Centro de Estudios Constitucionales, cargo en el que estuvo pocos meses pues añoraba tanto la investigación y la docencia como le horrorizaba la gestión y la burocracia.

Una anécdota define bien su personalidad. Él y tres de nosotros asistíamos a una comida con Matilde Fernández, ministra de Felipe González, junto a un grupo bastante numeroso de profesores de la Autónoma de Madrid cercanos al PSOE. Nos íbamos presentando sucesivamente, “Yo soy Fulanito, de tal especialidad, y soy militante” o “Soy Menganito y soy simpatizante”, hasta que, ya entre los últimos en hablar, Elías se presentó como “militante pero no simpatizante”.

El artículo 1 de nuestra Constitución le debe mucho al pensamiento de Elías Díaz.

Nosotros le debemos casi todo, porque Elías ha sido también, y siempre, un hombre bueno y sencillo: un maestro que trataba a sus discípulos como amigos y a sus amigos como familiares. Por eso le debemos tanto a él y a Maite, que le ha acompañado siempre y ha sufrido junto a él la larga y penosa enfermedad que ha terminado este lunes.

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