Dos sobresalientes

ENVIADO ESPECIALLa Vienna Art Orchestra (VAO), dirigida por Mathias Rüegg, y un grupo de all stars dirigido por McCoy Tyner cerraron una de las ediciones más interesantes, en el aspecto musical, de todas las del Festival de Jazz San Sebastián.

Ha sido ésta que acaba de terminar una edición que habrá servido, antes que Para cualquier otra cosa, para abrir las puertas de los auditorios masivos a unas músicas que hasta ahora no tenían cabida en nuestros festivales y que han demostrado tener el mismo impacto popular que los hombres y estilos ya consagrados.

Don Cherry, Michel Portal y la VAO realizaron tres extraordinarios conciertos, que quedarán en la mente de muchos que tal vez habían acudido tan sólo para ver a Miles o a McCoy y regresaron a casa con la radiante satisfacción de un nuevo descubrimiento musical.

La VAO se introducía en España por la puerta grande de Anoeta, y su representación no pudo en verdad ser más afortunada. El grupo (14 músicos y su director) no encaja en ninguna de las pautas al uso en el campo de las big bands. En realidad, la VAO no es una big band, sino una orquesta de solistas en la que todo está en función de cada intérprete y del conjunto a la vez.

Improvisaciones salvajes

Bajo la influencia por igual de Mingus o Gil Evans como de Arnold Schoenberg o Eric Satie y matizada con el humor centroeuropeo del mejor Kurt Weill y la pulsación rímitca del rock más elaborado, la música de Mathias Rüegg está pensada y estructurada para cada uno de sus hombres.En ella van alternándose densos, minimalistas y entrecortados fragmentos totalmente escritos con las improvisaciones salvajes de Herbert Joos o Harry Sokal, las líricas y coloristas de Lauren Newton o las descargas danzantes de Christian Radovan o Jon Sass. La VAO es mucho más que una orquesta, es una máquina compacta de creatividad capaz de sorprender incluso a los que conocen su música en profundidad.

Si las músicas de la VAO parten del presente para proyectarse en el futuro, los all stars de Tyner parten del pasado inmediato para proyectarse en el presente más futurible. Contar como base rítmica con el trío más o menos regular de McCoy Tyner es jugar con las cartas marcadas, y la inclusión de última hora de John Scofield, criticada por algunos, fue el revulsivo ideal que lanzó al grupo hacia las más altas consecuciones.

Y el sexteto sonó como un sexteto, pero también como un quinteto, o un cuarteto, o un trío, o un dúo, y se retomaron aires boperos, ritmos latinos y entrañables estándares para elaborar una música sin edad, eternamente importante y emotiva.

¿Qué se puede añadir a lo mucho que se ha dicho sobre Joe Henderson o Woody Shaw? Tan sólo comprobar que siguen avanzando en su camino hacia una dirección muy concreta que desde hace ya bastantes años se han marcado. Nunca habíamos visto a Joe Henderson tan creativamente maduro o a Woody Shaw tan seguro de sí mismo y de sus posibilidades.

En fin, el XXI Donostiako Jazzaldia cerró este verano sus puertas con dos actuaciones que pueden calificarse con dos sobresalientes redondos y contundentes.