Estruendo energético

Es frecuente que un cronista se quede literalmente en blanco al intentar hablar de un determinado acontecimiento artístico; lo raro es que esta dificultad se produzca por la magnitud del mismo. El concierto del sábado ha sido uno de los más importantes de los últimos años. Su protagonista, prácticamente desconocido en nuestro país, fue un vasco francés llamado Michel Portal.Los New York All Stars, dirigidos por Jimmy Owens ante la ausencia del saxofonista Jimmy Heath, se mostraron como una de las formaciones más frescas y swingantes, de las que en los últimos años han nacido dispuestas a demostrar que el bebop y todas sus secuelas hard gozan de buena salud. Los parajes sobre los que planean están perfectamente asimilados por músicos y audiencias, lo que les permite comenzar, a edificar su construcción musical con todo ganado. Si fuese necesario destacar a alguien, las miradas caerían sobre un Slide Hampton en plena forma. Owens, por su parte, mostró una especial sensibilidad por las ba ládas incisivas y riompedoras. Una rítmica impecable y creativa, con sus gotas de sabor latino en el piano del nuorriqueño Ruiz, completaron un concierto sencillamente delicioso.

Programar a Portal en el festival era todo un riesgo que quedó reflejado en las gradas, que acogieron a menos de 3.000 espectadores, y totalmente desmentido en el escenario, que se vio inundado por la excitante locura de la creación musical en estado puro. El concierto del Unit de Michel Portal fue de los que reconcilian a cualquiera con la música. Ritmos tradicionales y músicas populares, rumores de bateaux mouche, de noches porteñas o pasajes selváticos, ecos del bebop, del blues urbano o rural de todas las músicas improvisadas, sonoridades acústicas y retoques electrónicos se entremezclaron excitantemente a la búsqueda de la esencia universal de la música.

Michel Portal tocó los saxos -alto, tenor y soprano- con una potencia inusitada, hizo maravillas con el clarinete bajo y fascinó con el bandoneón. Imposible destacar a cualquiera de los músicos que estaban a su lado; desde la sensibilidad de Kuhn hasta la poco aparente pero importante contribución de Schwartz sirvieron para dejar bien claro cuál es el camino exacto por el que debe desplazarse la música creativa de los ochenta.

Y lo más triste es que nada de todo lo antes dicho puede reflejar, ni de lejos, el estruendo energético que el Unit de Michel Portal desencadenó en el escenario.

La noche del viernes tuvo su único protagonista en George Benson, que hoy actúa en Madrid. Benson llegó a San Sebastián descaradamente dispuesto a triunfar como crooner, importándole muy poco el marco estrictamente jazzístico en que se ubicabá su concierto. O lo que quiere decir lo mismo, Benson llegó descaradamente dispuesto a vender discos.

El festival donostiarra no tuvo la suerte de ser una de las esporádicas, cada vez más esporádicas, ocasiones en las que Benson olvida en casa su disfraz de pop star y salta dispuesto a tocar la guitarra. En Anoeta la palabra jazz sólo existió en el rótulo luminoso que preside el escenario.