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Joan Fuster obtiene la cátedra de Historia Social de la Lengua Catalana en la universidad de Valencia

El escritor Joan Fuster, de 63 años de edad, obtuvo ayer la cátedra de Historia Social de la Lengua Catalana de la universidad de Valencia tras presentarse como único candidato a la oposición. Los otros tres opositores, entre ellos el ex conseller de Cultura de la Generalitat de Cataluña Max Calmer, se retiraron. Este trámite administrativo hubo de ser cubierto por Fuster después de que en 1983 no pudo ser nombrado catedrático extraordinario porque la universidad de Valencia lo propuso fuera de plazo.

El escritor valenciano Joan Fuster se presentó ayer ante un tribunal presidido por el director del departamento de Filología Catalana de la universidad de Valencia, Antoni Ferrando, para optar al nombramiento como catedrático que no pudo alcanzar por la vía extraordinaria hace tres años, en parte a causa de la obstrucción del entonces rector, Joaquín Colomer, en la actualidad conseller de Sanidad de la Generalitat valenciana.Antoni Ferrando manifestó, una vez concluido el examen de Joan Fuster, que hubiera preferido ahorrarse ese trámite, lo que hubiese sido posible si Fuster hubiera accedido a la cátedra por el procedimiento extraordinario. El escritor fue contratado como profesor no numerario de la universidad de Valencia a principios de 1983, situación académica que mantenía hasta la fecha.

Además de por Antoni Ferrando, el tribunal estaba compuesto por Joan Veny y Joan Solà, de la universidad de Barcelona; Lola Badia, de la Autónoma de Barcelona, y Joan Miralles, de la universidad de Mallorca. Las deliberaciones fueron más formales que reales, y el tribunal emitió un veredicto favorable unánime. Fuster, que pronunció una jugosa lección magistral sobre la Ilustración valenciana, se encontraba tan nervioso como lo suele estar siempre que habla en público.

El escritor, que no ha dejado de residir en la antigua vivienda de sus padres, en Sueca, continúa realizando una vida alejada del bullicio, y ha hecho cuestión de principios de no poseer ni teléfono ni automóvil. "Si ya me molestan mucho sin tenerlos", suele confesar, "sería peor en el caso de que los tuviera". Pese a todo, no confesaba su nerviosismo, comparable al del primer día que dio una clase como profesor no numerario (PNN), y prefería decir que se encontraba "molesto".

"Nuestros ilustrados", dijo Fuster en su lección magistral con referencia a los valencianos del siglo XVIII, "callaron en catalán", puesto que, pese a que familiarmente utilizaban la lengua autóctona, escribieron en castellano hasta la correspondencia privada. "Dejaron la lengua", añadió, "en la boca anónima de los que no sabían ni podían leer ni escribir: abandonada. En el siglo XVIII, una lengua ni escrita ni leída estaba destinada a perderse en no se sabe qué disolución terminante o en una metamorfosis veloz. Supongo que hoy también. La catalana tenía una tradición sólida de leída y escrita, y la renuncia, justamente entonces, se hacía angustiosa. Los ilustrados valencianos eran conscientes. Y se limitaron a verter una lagrimita culta sobre su sepultura. No se lo recriminaremos a posteriori. Sería hacer trampa, y con la historia no se debe hacer trampas".

Fuster se refirió a la Ilustración valenciana por considerar que fue la época en que se consolida en la clase dirigente la utifización del castellano como lengua culta. Y no dejó Fuster de señalar que, pese a su talante intelectual castellanista y castellanizador, Gregorio Mayans, la figura más importante de la época, era "visceralmente anticastellanista". Dijo por escrito, y Fuster lo recordó ayer, que los castellanos son "gente enemiga del género humano". El examen de Fuster, por lo demás, no fue un acto académico común, pues asistió un buen grupo de personalidades de los círculos intelectuales y académicos valencianos.

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