Subvención para una idea
El país se divide en dos: los que buscan un eslogan y los que buscan una subvención. Los sanfermines no son ajenos a la guerra: el Ayuntamiento nos sorprende con el eslogan Todos a la calle; la seguridad ciudadana con el No te cortes las fiestas, el Gobierno de Urralburu nos previene de la salmonelosis, el alcalde Balduz exige que los bares mantengan limpio el W. C.; la Policía avisa que ¡ojo! el carterista se disfraza de pamplonica, y aconseja una buena cerradura para las casas vacías de aquellos que han seguido el consejo municipal Todos a la calle. El Estado Providencia ya es el auténtico patrono de los sanfermines.Al súbdito le gusta. Y así, cada año, el pueblo, o sea, las peñas, amenaza con no salir a bailar si el Ayuntamiento no paga la música. Hasta la alegría quiere estar en nómina. No es extraño que las peñas se hayan contagiado del espíritu del funcionario. Año tras año siguen haciendo lo mismo en la plaza de toros, cantando lo mismo, insultando lo mismo. Quizás la originalidad de la masa murió con la aparición de la subvención. Infórmese. No le dejamos colgado.
Quizás sea lo que siempre hemos oído, que los jóvenes de hoy son unos gamberros. Algo pasa para que el director de la banda La Pamplonesa sea un valenciano; para que próximamente la plaza de toros se convierta en un mercado de frutas; para que Unión del Pueblo Navarro premie a sus votantes navarros con un viaje a Mallorca; para que el encargado de lanzar el chupinazo, máximo honor de un pamplonés, abandone San Fermín a mitad de las fiestas. Frente a la subvención y el eslogan, los sanfermines son un respiro para la chispa del individuo que pasa de peñas -la institución- y de sus gracias, de su falta de ideas; que pasa, en definitiva, de la alegría programada. El liderazgo de las peñas se ha quedado antiguo.
De nuestros padres oímos que las peñas destacaban por la disciplinada interpretación de Clavelitos; la siguiente generación recuerda que un día protestó la invalidez de los toros con una genial Susanita tiene un ratón. En la década del 86 ya son sólo nostalgias y vagos recuerdos, porque si no se puede exigir a la espontaneidad que se repita, sí al menos que se renueve. Hoy seguimos contando anécdotas de hace cinco o diez años, en el mejor de los casos, y escuchando cómo volaba Carrero, qué toman todos los negros, lo guapa que está María, y que fenezca el Opus Dei. Hasta los partidos políticos se han modernizado más que las peñas de Pamplona. No pierdan el tren.
Más que concursos periodísticos, más que promociones en el exterior, quizás los sanfermines necesiten un concurso de ideas que iluminen al tendido de sol. Una idea subvencionada, por supuesto, y con eslogan institucional, que son tan bonitos. Porque en julio del 86, hasta en San Fermín, la imaginación la pone el poder.
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