El poder de sugerencia de un arte adulto
Strangers kiss es la primera película americana del británico Matthew Chapman, una producción modesta en la que se rinde homenaje al talento y empeño de la generación nacida para el cine durante la década de los cincuenta, es decir, en un momento de crisis y decadencia del viejo sueño hollywoodiense. En realidad, Stranger kiss es una aproximación, en clave de estilizado melodrama, al rodaje de Killer's kiss, cinta con la que debutaría Stanley Kubrick. Peter Coyote encarna al director de 2001, una odisea del espacio cuando era sólo un nuevo cineasta poseído por la pasión del perfeccionismo visual, y Victoria Ténnant y Blaine Novak son los alter ego de Frank Silvera e Irene Kane. Naturalmente, la crónica del rodaje trasciende el mero documentalismo y se enlaza con una segunda historia, oculta, en la que se nos habla de los diriciles y trágicos amores de la pareja protagonista, vigilada por la mirada celosa del otro vértice del triángulo, un gánster que ve cómo la chica se le escapa. Y en medio de todo, intentando poner orden tanto en la ficción como en la realidad, procurando dominar las dos esferas y sacar provecho de los puntos de relación para así dotar de más fuerza a la película, está Peter Coyote o Stanley Kubrick.Si por cultura entendemos un sistema de referencias, un filme pomo Strangers kiss es una de las más elaboradas demostraciones del poder de sugerencia de un arte adulto, no sólo por las connotaciones cinéfilas del argumento, sino y sobre todo por el tratamiento visual y sonoro que reciben los materiales, un tratamiento moderno, que no es el de la estricta fidelidad histórica, sino que sabe jugar con los orígenes y aportar unos gramos de ironía y humor al relato.
Strangers kiss
Director: Matthew Chapman. Intérpretes: Peter Coyote, Victoria Tennant, Blaine Novak, Dan Shor, Richard Romanus, Linda Kerridge. Guión: M. Chapman y B. Novak: Fotografía: Milkhail Suslov. Música: Gato Barbieri. Estadounidense, 1983. Estreno en el cine Renoir.
De entrada, la música de Gato Barbieri nos remite tanto al dramatismo romántico de El último tango debido al timbre del saxo como a la comicidad de los personajes, que no están a la altura de las circunstancias en Rififi, cuyo tema melódico es evocado; el camarín de Victoria Tennant, situado frente a un idealizado decorado de castillo medieval, bromea con el carácter de princesa prisionera del personaje, auténtica Cenicienta condenada a regresar cada noche a la guarida de su amo. Ésta es tan lujosa como inhóspita, a la manera de los tópicos espacios destinados a amores ricos pero no correspondidos, sólo que aquí se añaden algunas gotas perversas de mal gusto de nuevo rico, en consonancia con la profesión gansteril a la que se dedica el burlado Richard Romanus. Y si formidable resulta el juego que establece un copión con sus espectadores, mejor es aún contemplar los rushes correspondientes a tomas que no han de montarse o asistir a una clase de dirección que no la mejora el propio Kubrick, sin duda porque es suya.
Pero quizá lo que mejor define el sentido y el encanto de este Strangers kiss es la manera de mostrar el primero y único encuentro amoroso entre la pareja de actores: tiene lugar en un camarín provisional, situado en medio de un plató no utilizado. El camarín es un refugio frágil, un falso mundo aparte que sólo se sostiene dentro del espacio y el tiempo de la ficción. Además, los vemós desde arriba, lo que subraya su carácter provisional y fugaz -como la magia del cine, como la amistad trabada en un rodaje, como los amores imposibles...-, pero el ángulo de visión no es un capricho del director, sino una necesidad narrativa: el gánster les está espiando desde la pasarela de los focos, dispuesto a matarlos, pero desde allí arriba se da cuenta de eso, de que todo es una ilusión y que cuando acabe la filmación todo volverá a ser como antes, a reinar el dinero y la vulgaridad.
Babelia
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