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Tribuna:FABULACIÓN Y MAGISTERIO DEL IDIOMA
Tribuna
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Literatura de la literatura

Mario Vargas Llosa visitará Oviedo en octubre próximo para recoger el premio que se le concedió ayer. Será la segunda vez, según comentó ayer mismo, a este diario, que visite una ciudad por la que siente debilidad de raíz literaria.El origen de la debilidad es, y no podía ser de otro modo, La Regenta, novela de la que el escritor peruano es un gran admirador. La leyó hace muchos años y la volvió a leer hace ahora tres, cuando visitó Oviedo y recorrió, de la mano de Martínez Cachero, la geografía de la Vetusta de Clarín, en la que los ovetenses conservan incluso la casa donde se supone vivió Ana Ozores.

Mario Vargas Llosa es un gran novelista, y eso sólo justificaría el premio que se le ha otorgado. Pero es también un gran dominador de la, teoría literaria y un excelente especialista en la novela realista del siglo XIX, a la que ha dedicado un estudio considerable.

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Recuerdo que la primera vez que le oí en directo, a finales de los años sesenta, en una charla que mantuvo con un grupo de estudiantes en el aula 4 de la facultad de Filosofia y Letras de la universidad de Barcelona, habló, precisamente, de Flaubert, de Balzac y de Clarín. La tesis que entonces defendía se podría resumir con unas palabras de Manuel Vázquez Montalbán publicadas muy poco después: durante un tiempo se creyó que Balzac (cito de memoria), era la literatura de la burguesía, pero hemos descubierto que es la literatura de la literatura.

Una expresión que también vale para Vargas Llosa. Para quien lo dude, ahí está su último texto, ¿Quién mató a Palomino Molero? So pretexto de una investigación. policial, el narrador desciende a los pliegues de la subjetividad en un proceso siempre de reconstrucción.

Narración y realidad

Lo que diferencia la mera crónica de esta pieza espléndida es que aquí el relato procede siempre desde el interior de uno de los protagonistas. Reconstrucción de memoria que supone siempre el riesgo de la traición, porque la memoria es mala consejera. No es de extrañar que la novela termine como lo hace, en una deliberada mezcla de fábula sobre fábula, de mezcla de narración y realidad. De hecho, ésa es una de las constantes de su obra. Y no es mal ejercicio, en este sentido, leer Historia de Mayta como una reflexión metaliteraria sobre la función del narrador.

Mario Vargas Llosa es un trabajador infatigable que en estos momentos lee mucha etnología, más que literatura, para poder cuajar pronto otra novela cuyo título provisional es El hablador, un contador de historias entre las tribus primitivas de Latinoamérica.

Puede que su próximo viaje a España coincida con la entrega de esa nueva novela en la que trabaja ya desde hace algunos meses, puede que no. En cualquier caso, es seguro que viajará a Oviedo, que volverá a pasear por delante de la posible casa de Ana Ozores, y que volverá a aprovechar la coyuntura para releer La Regenta.

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