_
_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

China, en el mercado espacial

LA NOTICIA de que la empresa norteamericana Teresat, de Houston, ha llegado a un acuerdo con la empresa Corporación Industrial del Gran Muro, dependiente del Ministerio de Astronáutica de China, para la puesta en órbita de dos satélites estadounidenses, ha causado sorpresa en la Prensa mundial. Se sabía sin duda que la República Popular China había desarrollado una capacidad seria en el terreno de lbs cohetes lanzadores a partir de los misiles preparados por la industria de guerra para sus bombas nucleares; que había lanzado con sus propios medios unos 18 satélites, en los últimos 16 años, para la investigación científica y la información militar, pero en órbitas más bien bajas. Sin embargo, en los últimos tiempos ha puesto a punto el cohete lanzador Larga Marcha 3, un vehículo de tres pisos con capacidad para colocar satélites relativamente pesados en órbitas distanciadas unos 36.000 kilómetros de la Tierra, colocación considerada la más apropiada para los satélites de telecomunicación. Este serio progreso científico e industrial es sin duda el que le ha permitido entrar ahora en el mercado internacional de Jos satélites.Antes del acuerdo con la empresa norteamericana Teresat, China tenía ya un contrato para poner en órbita un pequeño satélite sueco de comunicaciones, el Mailsat. El acuerdo con los norteamericanos tiene un alcance mucho mayor: se trata de poner en órbita los satélites Palapa B y Westar VI, que fueron recuperados de órbitas defectuosas en 1984. El primer lanzamiento tendrá lugar, en principio -pues los detalles aún no han sido ultimados-, en diciembre de 1987 en el centro de China. Según Henry Schwartz, presidente de la Teresat, unos 40 o 50 ingenieros chinos y norteamericanos tomarán parte en las operaciones de lanzamiento.

Entre las condiciones que han permitido esta entrada de China en este mercado tan especial, ha desempeñado un papel esencial la serie de fracasos que ha sufrido la NASA en los últimos tiempos con el transbordador Challenger y luego con los cohetes Tristan y Delta. "América se ha quedado prácticamente sin acceso al espacio", escribía un reciente editorial del New York Tirnes. Ello ha creado una situación de grave embotellamiento ante las crecientes necesidades de colocación de satélites en el espacio. Arianespace, la empresa que explota el cohete europeo Ariane, tiene pedidos que superan sus posibilidades. Clima se ha presentado en el mercado, además, con la oferta de reducir en un 15% los precios de la NASA y de Arianespace, y de que la empresa estatal Compañía de Seguros del Pueblo ofrecería en su especialidad condiciones asimismo favorables. Es, pues, evidente que, en términos específicamente comerciales, la empresa norteamericana tenía motivaciones lógicas para contratar esta operación en la República Popular China.

Para China, las ventajas son asimismo evidentes. Por un lado, no cabe duda que significará unos ingresos sustanciales en dólares. Pero es probable que otro aspecto tiene para ella mayor interés: le permitirá tener acceso a una lecnología muy avanzada en un terreno en el que se encuentra atrasada. Muchos especialistas occidentales, como Roy Gibson, el director del Centro Británico del Espacio, que ha visitado China cuatro veces, han hablado con elogios de los progresos que ha realizado en las técnicas del lanzamiento de satélites al espacio. En cambio, todo indica que su situación es diferente en lo referente a la tecnología de la construcción y utilización de los satélites mismos. En ese orden, la colaboración con Teresat puede ser particularmente importante.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

En cuanto al prestigio internacional de China, no cabe duda que ha sido realzado ya por las noticias que han circulado sobre los proyectos establecidos con la compañía de Houston. China aparece con estas noticias en un lugar donde no se la esperaba. Quizá para ciertos especialistas occidentales no ha habido sorpresa; pero sí para la opinión pública en términos generales. Por otro lado, todo indica que no se trata de algo pasajero. Los problemas graves que van a seguir existiendo para responder a las necesidades de colocaciones en el espacio de satélites de diverso género -dejando de lado, por supuesto, el capítulo propiamente militar, que lógicamente tiene exigencias de otro género- permiten considerar el paso dado por China como el inicio de otras operaciones en los años próximos. Este ejemplo confirma que, a pesar de las grandes dificultades encontradas para llevar a cabo las reformas promovidas por Deng Xiaoping, la economía china logra la suficiente elasticidad para dotar a ciertas ramas de punta de los medios científicos y financieros inherentes a un progreso muy sustancial. Por otro lado, un rasgo típico del modelo soviético, que tanto ha pesado en los inicios del desarrollo chino, consiste en separar radicalmente los avances hechos en el campo militar de su aprovechamiento civil China ha superado ese gravísimo lastre, y obtendrá con ello grandes beneficios para elevar su nivel tecnológico.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_