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Crítica:LOS ESPECTACULOS DE SAN ISIDRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Serrat, al cielo con escala en Madrid

Lo de Joan Manuel Serrat es ciertamente un caso aparte, un fenómeno de comunicación que supera con mucho el referente artístico de las canciones para pasar a formar parte de la mitología moderna de la canción española. Cuenta Serrat con un público entusiasta que abarrotó el Palacio de los Deportes madrileño.Joan Manuel Serrat cantó con entusiasmo las canciones, encendió -como es de rigor- mecheros y bengalas y se entregó sin reparos a la magia personal de un cantante que sabe conquistar nuevos públicos conforme se renuevan las generaciones de adolescentes, conservando a un tiempo los admiradores veteranos, Pasa Joan Manuel Serrat por encima de las modas y los vaivenes del tiempo conservando intacta su capacidad de entusiasmar, y eso es algo que puede decirse de pocos cantantes.

Joan Manuel Serrat

Joan Manuel Serrat, con Jordi Clua (bajo), Francesc Rabassa (batería), Albert Cubero (guitarra) y Ricard Miralles (arreglos, dirección y piano). Palacio de los Deportes. Madrid, 15 de mayo.

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El nuevo espectáculo preparado por Joan Manuel Serrat para sus actuaciones de este año tiene en realidad poco de nuevo. Cerrado el expediente de El Sur también existe con el programa de televisión que vimos del pasado día 13, ha vuelto el cantautor catalán a un recital de canciones en el que da un repaso al conjunto de su obra, especialmente su obra en castellano, bajo la protección de un decorado que recuerda una jaima del desierto.

Cada loco con su tema, canción estandarte en el repertorio de Joan Manuel Serrat, abrió el recital y desde el principio el público estaba con el cantante.

A las primeras notas, un grupo de niñas adolescentes le lanzaba a toda velocidad hacia el lejano escenario para ver mejor a su recién descubierto ídolo, considerándolo tal vez una mezcla de experimentado hermano mayor y de veterano amante descubridor de los mil secretos del cariño, mientras un barbado intelectual aplaudía aquello de preferir un sioux al Séptimo de Caballería, quizá recordando el reciente referendo de la OTAN y sintiéndose maltratado sioux de la historia.

Son las dos imágenes predominantes en todo recital de Joan Manuel Serrat, clave y llave de su éxito: la de cantante sentimental y la de testigo resistencial de una conciencia crítica que se niega a sucumbir.

En ellas se refleja el público, adolescente o adulto, en busca de rutas iniciáticas para vivir la vida o de señas colectivas de un pasado aún no extinto.

Joan Manuel Serrat es consciente de ello, y se entregó a su papel de comunicador sabiendo que tenía todas las bazas en la mano, creando un ambiente de camaradería y amistad que expresó en largos parlamentos -que en algún momento llegaron a los tres minutos de duración- para presentar una canción.

Puyas

Ambas facetas se expresaron en el recital de los sanisidros madrileños de manera complementaria y paralela. Serrat interpretó sus temas más conocidos -El romance de Curro el Palmo, Esos locos bajitos, Lucía, Mediterráneo, Fiesta, Plany el mar o Algo personal- entre explicaciones poéticas, recuerdos de la infancia, puyas políticas y una cierta dosis de moralina educadora. Homenajeó, como era de esperar, a Antonio Machado y Miguel Hernández, y recordó una vez más que el Sur también existe interpretando tres de las canciones de su último disco.

Con este recital inauguraba Serrat su nueva temporada. No me pidan que concrete más sobre interpretaciones y calidades porque desde donde me encontraba la imposibilidad de oír con claridad era casi total y en esas condiciones resulta difícil captar algo más que el ambiente general de una actuación que, eso sí, puedo dar fe que fue exitosa y compartida.

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