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Torrente Ballester: "Un escritor debe durar lo que su talento"

El escritor gallego recibe hoy de manos del Rey el Premio Cervantes

Gonzalo Torrente Ballester, que hoy recibe de manos del Rey el Premio Cervantes, está cansado: "Podría haberme ido estos días a París, por ejemplo", especula, "pero ¿y si luego hubiera una huelga u otro problema y no puedo llegar?". "En esta ocasión está el Rey, y yo soy educado", continúa, ya entre sonrisas, quien afirma "que el escritor debe durar lo que dure su talento". Las entrevistas, las conferencias y los viajes ya no le dejan escribir. Repite una y otra vez las mismas contestaciones ante micrófonos y libretas. La obra Los gozos y las sombras sigue apareciendo en cualquier conversación más o menos formal

.El Premio Cervantes, que hoy recibe el académico gallego, nostálgico de mar en Salamanca, le ha saturado. No por el premio en sí, que le ha satisfecho su posible -no puede saberse con seguridad si la tiene- ambición de reconocimientos oficiales; pero todo lo que él lleva aparejado le impide seguir siendo profesional de la literatura, una condición que él niega. Le impide, de hecho, escribir. Y lamenta insistentemente que en año y medio no ha acabado el libro iniciado. "La gloria me está, perjudicando, evidentemente". Pensar en ello, da al menos la sensación desde fuera, le abruma y le exaspera. Y luego para volver a contestar siempre las mismas cuestiones: Los gozos y las sombras, que le hicieron popular a través de la televisión; el Don Juan no reconocido; la aparición de antiguas obras y la reedición de otras que antes no se vendieron demasiado... Sobre todo porque él además avanza. Todo aquello quedó atrás. e considera moderno a sus 75 años, y las preguntas, muchas veces, son antiguas.

El retraso de ese libro comenzado -pequeñas historias, como una bandeja de esas que tienen compartimientos para cosas diferentes- le disgusta. Porque es un escritor rápido que ahora no puede trabajar. Gonzalo Torrente dice que es lento para preparar el tema, pero luego no tarda en escribir. Sus obras recientes no han vuelto a ser extensas, a propósito. Durante las últimas conversaciones vuelve a surgir la idea, sin angustia, de la muerte. "Hoy han muerto tres de mi generación, y, el otro día dos", decía el jueves pasado. Y otra vez el desec, de vivir "sin chochez", que le llevó a decir hace años: "Intento evitar el triste es pectáculo del escritor que dura más de lo que dura su talento".

Pero son ideas estas retornadas por él. Los demás, los que en Salamanca le conocieron cuando llegó y han seguido viéndole en estos 11 años, piensan que se encuentra mejor que en otros momentos. Seguramente más de uno no llega a atreverse a formular un saludo de esos típicos, ¡Qué bien le veo, don Gonzalo!", temerosos de encontrar una respuesta como: "¿ Y por qué no iba a estarlo?", o algo similar. Pero realmente contestará que no se queja de su salud y reconocerá que los viajes a lugares nuevos e interesantes le mantienen ágil.

Del escritor célebre Torrente Ballester bastantes periodistas tienen una idea común. Resulta difícil la primera entrevista y el encuentro rápido. A él no le gusta que le planteen cuestiones obvias, o, al menos, las que él considera que lo son. Las contestaciones muchas veces sorprenden y desconciertan. Sobre todo no suele atenerse a un patrón más o menos compartido por otros personajes.

Frecuentemente, las palabras no corresponden al sentimiento de rechazo que parecen provocarlas, y entonces la actitud se relaja. Muchos desean irse antes de que llegue este momento. Los siguientes entran ya en la vía cómoda de la amabilidad. Un caso como éste, con respuestas que diría enojadas, surgió el día que le concedieron el Premio Cervantes. Al preguntarle algunos por el Nobel de las letras españolas, Torrente contestó: "Molesto íntimamente por nuestro sentimiento colectivo de inferioridad". La explicación lenta y pausada llegó después: "En el mundo de la historia universal, el nombre de Cervantes sigue siendo más importante que el del químico Nobel".

Controlar las emociones

Torrente ha perdido ya la cuenta de las entrevistas que le han hecho en estos últimos días. Agencias, periódicos, revistas, emisoras... Y la pregunta esa tópica del momento encuentra una contestación inusual: "Cuando le concedieron el premio negaba que estuviera emocionado; ahora, con el tiempo, los preparativos y la ceremonia, ¿ese sentimiento le ha surgido?".La ambigüedad gallega aflora siempre en este tipo de cuestiones. No niega su emoción, más bien dice estar orgulloso y contento del premio, pero tiene que apostillar: "No me conviene emocionarme porque soy un caballero que padezco del corazón y debo controlar las emociones".

En Salamanca, estos días, Gonzalo Torrente necesita el mar de su Galicia. Es lo único que le falta en la ciudad castellana que le ha adoptado y que le ha acompañado en sus años finales de docencia, de jubilación y de éxito. Una ciudad a la que llegó buscando la sequedad del clima que necesitaban sus articulaciones reumáticas y de la que ya no se irá porque le satisface su tamaño, su vida tranquila e incluiso el no necesitar un coche.

Ocho de sus 11 hijos le aconnipañan. Siete de ellos viven en su casa salmantina de la Gran Vía. Siete entre 17 y 25 años, para los que él tiene que seguir escribiendo en periódicos y revistas porque los derechos de autor y los premios no son suficientes. Después, María Fernanda, su esposa -está también segura de ello-, va a cortar por lo sano.

No atenderá entrevistas ni conferencias. Se pondrá a esciribir. Pero la próxima cita ya está, a la vuelta de la esquina. Torrente Ballester, pregonero oficial de la feria municipal del libro de Salamanca, tendrá que hablar, esta vez con Unamuno a su espaldia, el próximo día 9. En un principio de cincuentenario unamuniano, Salamanca cuenta con Torrente.

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