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La lucha de Reagan por conseguir ayuda militar para los antisandinistas entra en un período de estancamiento

Francisco G. Basterra

Ronald Reagan ha vuelto a chocar con el Congreso en el frente de Nicaragua, donde esperaba obtener una victoria rápida al amparo de éxito de su operación militar contra Libia. La contra nicaragüense, creada por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y financiada por Estados Unidos, tendrá que esperar todavía para recibir los 100 millones de dólares (más de 14.000 millones de pesetas), la mayoría de ellos en armas, que le ha prometido el presidente después de que la Cámara de Representantes retrasara la decisión el miércoles.

Hasta ahora, el presidente sólo ha ganado un voto en el Senado sobre este tema, que considera uno de los pilares de su política exterior, tras sufrir una derrota previa en la Cámara de Representantes. La propuesta del presidente supone una escalada de la intervención norteamericana en Nicaragua, con el seguro envío de asesores militares y la recuperación del papel de la CIA en esta guerra sucia.En una sorprendente y arriesgada maniobra parlamentaria, los republicanos, que están en minoría en dicha Cámara, unieron sus fuerzas a los demócratas para, por 361 votos contra 66, impedir que se votara definitivamente la ayuda a los rebeldes que tratan de derrocar a los sandinistas. Para ello, votaron el aparente contrasentido de que no se diera ninguna ayuda. No se trata, como podría parecer, de un motín contra el presidente y de acabar con la polémica ayuda para siempre. El Partido Republicano, antes de perder la votación y tener que aceptar una solución de compromiso que disgusta a la Casa Blanca y que la Cámara iba a aprobar, prefirió sabotear la propuesta para ganar tiempo y poder aprobar en el plazo de un mes una solución no aguada que satisfaga a Reagan. La maniobra republicana responde también a la trampa de los demócratas, que intentaban que la propuesta se incorporara a una ley de gastos suplementarios, que el presidente ha prometido vetar.

Sin embargo, la operación es arriesgada y podría ocurrir que los republicanos no consigan los suficientes votos para provocar un nuevo debate y que muera la posibilidad de que el Congreso apruebe la ayuda. Para los demócratas, lo ocurrido es un "suicidio legislativo", mientras que para la Casa Blanca es una "maniobra inteligente", aunque admite que conseguir que su propuesta supere el Parlamento va a ser ahora "un proceso enormemente difícil". Reagan calificó el voto, antes de producirse, de "histórico", y vinculó directamente al terrorismo de Libia con Nicaragua, señalando que Muammar el Gaddafi es una de las principales fuentes de financiación del régimen izquierdista de Daniel Ortega. En Nicaragua, los sandinistas han respondido montando manifestaciones pro Gaddafi y movilizando a la población para denunciar el peligro de una invasión norteamericana como algo más probable tras el ataque aéreo contra Libia.

En esencia, los demócratas quieren forzar al presidente a entregar de momento sólo 25 millones de dólares para ayuda humanitaria a la contra mientras se da tiempo a una solución negociada, vía Contadora, al conflicto. Si pasados tres meses no se ve una salida, el Congreso volvería a votar de nuevo Reagan y su Partido Republicano, frustrados por el retraso, amenazan con que está a punto de consolidarse una nueva cabeza de playa comunista en la región y quieren un voto definitivo. La Admínistración pretende entregar inmediatamente 25 millones de dólares a lo que llama "luchadores de la libertad", incluidas armas antiaéreas, y esperar hasta junio para dar los 75 millones restantes, pero sin un nuevo debate.

Pero lo ocurrido demuestra la confusión y la completa división que la crisis de Nicaragua provoca en la sociedad norteamericana, donde sólo un 38% de la población, según un sondeo publicado esta semana por The New York Times, sabe que Washington está apoyando a las guerrillas rebeldes y no al Gobierno legítimo. Un poder que únicamente el 20% describe como comurústa, el 19% afirma que es una dictadura de derechas, y un 49% confiesa que no sabe lo que es políticamente. Sólo un 25%, frente a un 62%, se muestra partidario de que se ayude a: la contra con el dinero del contribuyente, aunque la mayoría (un 54%) admite que Nicaragua es una amenaza para la seguridad de Centroamérica.

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