La Rusia de Chejov
El Gran Teatro Dramático Académico de Leningrado M. Gorki realiza, camino de Madrid, una escala técnica en Barcelona. El GTD M. Gorki ha sido invitado a participar en el VI Festival de Teatro de Madrid. Viaja con dos espectáculos: Historia de un caballo (Jolstomier), de Tolstoi, y Tío Vania, de Chejov. En Barcelona tan sólo ofrece tres representaciones (hoy, última función, a las 22 horas) de la obra de Chejov.No es lo mismo presentarse en un festival internacional y hacerlo con una obra conocida, como es Historia de un caballo -creación del GTD M. Gorki, su mayor éxito internacional, que permitirá al público madrileño comparar la interpretación que hacía Rodero del caballo Jolstomier con la que hace el creador del personaje, Evgeni Lebedev-, que presentarse de pronto en un escenario difícil, como es el Victoria, en una sala fría, con escasísimo público (colonia rusa, autoridades municipales y parentela política, y gentes de la profesión teatral).
Tío Vania
De Anton Chejov. Intérpretes: Oleg Basiliaxvili, Kiril Lavrov, Evgeni Lebedev, Larisa Malevanaia, Maria Prijvan-Sokolova, Jinaida Charco, Nikolai Trofimov y Tatiana Bedova. Escenografia: E. S. Kocherguin. Dirección: G. A. Tovstonogov. Teatro Victoria. Barcelona, 13 de marzo.
Y presentarse con un CheJov como Tío Vania, un texto prácticamente ignorado en nuestros escenarios, que el público intentaba seguir con la ayuda del resumen argumental del programa de mano o bien con la traducción catalana de Feliu Formosa. Pero, en fin, el GTD M. Gorki ha hecho escala en Barcelona y hemos de estarle agradecidos.
Silencios y matices
Qué decir de ese Tío Vania del GTD M. Gorki, desconociendo como desconozco el idioma ruso... Supongo que una persona familiarizada con ese idioma, ha de hallarse en una envidiable posición para pillar y disfrutar la prosa teatral de Chejov, todos esos silencios -en realidad, la explotación sistemática y originalísima del no dicho-, toda esa serie de matices que son la sal y la pimienta de su lenguaje teatral.Una vez confesada mi cojera para adentrarme en el texto de Chejov, he de decir que en lo que respecta a la atmósfera -la célebre atmósfera chejoviana-, el trabajo de Tovstonogov y de los intérpretes deja plenamente satisfecho al espectador. El montaje y la interpretación responden al de un teatro académico, que sirve el texto apoyándose en un naturalismo que escenográficamente peca de pictórico y técnicamente resulta muy deficiente.
La atmósfera, esa familia, al final del estío, prisionera en un mundo aburrido; seres falsos o vencidos, resignados, que hablan y hablan, pero raras veces dialogan; todo ese mundo de derrota, de fin de siglo, está ahí, en el escenario, un escenario que puede recordar un montaje realista norteamericano de los años cincuenta, una visión muy correcta del aggiornamento del Método, y que no traiciona en absoluto el texto de Chejov. Viendo ése y otros montajes de la misma cuerda, uno se pregunta si ésa no será la verdadera Rusia, la Rusia eterna, la única, en la que la KGB resulta ser un hijo natural, naturalísimo, de la Okhrana... Son los peligros de ciertos montajes. Chejov no creía en el triunfo de la Revolución. Para él, el futuro de Rusia estaba en gentes como el Lopakhin de El cerezal. Y se equivocaba, pero no del todo. Como bien dice Antoine Vitez, si Chejov se equivocó a corto plazo, a largo plazo la historia le dio curiosamente la razón. "Lo que Chejov temía para Rusia era un poder de maestrillos o de farmacéuticos de pueblo, positivistas feroces, racionalistas y militaristas; un poder de burócratas que el Hamado régimen comunista acabó por imponer", dice Vitez.
¿Cuándo podremos ver un Chejov con la corrección interpretativa de ese Tío Vania? ¿Para cuándo un festival de teatro se mostrará lo suficientemente osado y exigente como para programar alternativamente, como hizo Vitez en Chaillot, La gaviota, de Chejov, y La garza, de Axionov, es decir, una reflexión sobre Rusia en el tiempo, en su historia?
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