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Tribuna
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Efectivamente, también un 'voto de castigo'

En el escrito firmado por algunos artistas e intelectuales solicitando el sí en el próximo referéndum rechazan el no en cuanto puede significar un "voto de castigo" a los dirigentes socialistas, "a despecho de las evidentes contradicciones y culpables errores" de los mismos. Su argumento principal es que no quieren hacerle el juego a la derecha. En definitiva, se trata de la consabida actitud sectaria de cerrar filas -tapándose la nariz o tomando bicarbonato- antes de reconocer una realidad que es incuestionable. Y no se refieren para nada al tema central del referéndum, es decir, a las razones para una integración o no en la OTAN.Bien es verdad que el referéndum tiene una doble dimensión: voto de confianza o no a la política general del Gobierno de González, y segundo, pronunciamiento en relación a una política de bloques militares. Y este segundo aspecto no puede eludirse. Se quiera o no se quiera reconocer, significa aceptar la ética que considera la disuasión y el equilibrio de terror como la forma de mantener la paz; que la mejor forma de preservar la paz es prepararse para la guerra; que se monta sobre la desconfianza y el temor. Por el contrario, votar no en el referéndum es la actitud de los que consideran -cómo Juan Pablo II en la Jornada Mundial para la Paz (1 de enero de 1986)- que "los bloques no son inevitables y es posible crear nuevos modelos de relaciones internacionales"; que los bloques, en definitiva, dividen y contraponen entre sí a los pueblos. Se trata de un planteamiento en el reino de los principios, quizá puramente testimonial, que por supuesto yo suscribo íntegramente, y que me parece importante reafirmar en esta ocasión. Se podrá después, efectivamente, salir o no de la OTAN -más allá de los resultados del referéndum-, y esta integración habrá que aceptarse o no como ineluctable. Pero éste es otro tema que el propio Felipe González no está en condiciones de, hoy por hoy, garantizar.

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Lo cierto es que, independientemente de este enfoque exclusivamente ético o testimonial -no a la OTAN-, se impone una realidad política nacional, que ha dotado al referéndum de una enorme dimensión plebiscitaria, y que convierte a éste en un indudable voto de castigo al Gobierno Gorizález en caso de salir mayoritario el no. Seamos sinceros y reconozcarnos que ha sido el propio Gobierno quien se lo ha buscado así. Vayamos por partes.

Derspués del debate sobre la OTAN en el Congreso -días 4 y 5 de febrero-, si algo ha quedado claro es la pérdida de credibilidad de la cúpula dirigente del PSOE, y a la cabeza de la misma su secretario general. ¿Cómo es posible que se hagan tantos descubrimientos desde el poder como para que "se le dé la vuelta al calcetín" en todos los planteamientos que anteriormente se mantenían? La OTAN, al fin y al cabo, no es sirio el último eslabón de la cadena. No olvidemos que desde la transición el PSOE fue descubriendo progresivamente la reforma y no la ruptura, la Monarquía y no la República, y más tarde, paso a paso, se le "abrieron los ojos" ante la Guardia Civil, el capitalismo, las multinacionales, el Ejércíto y la OTAN. Han sido una serie de descubrimientos realmente importantes, y para los cuales no han dado ninguna explicación que sea mínimamente aceptable, a no ser su pragmatismo camaleónico. La pregunta surge de inmediato: ¿eran previamente unos ignorantes -lo cual es grave para los que se ofrecían con tanta suficiencia para gobernar-, o fueron y son unos, oportunistas que no, dudan en disfrazarse de cualquier postura con tal de acceder y después mantenerse en el poder por el poder? En cualquier caso, lo que efectivamente se ha producido tras el debate de la OTAN es una agudización de la duda. ¿Cuándo estaba Felipe en el error, antes o ahora? Y si fue realmente manipulación, ¿cuándo se nos engaña, antes o ahora?

Faltan argumentos nuevos

Por otra parte, es manifiesto que ante la campaña del referéndum no se nos están aportando nuevos datos que añadir a los que en su día dio Calvo Sotelo. Se esgrimen unos "intereses nacionales" que el presidente ahora "sabiamente" sabe dónde están y en qué radican; o se nos asusta con "graves riesgos no previsibles" si nos salimos de la OTAN. Como ha dicho Fernando Savater, "la lista de argumentos pintorescos y risibles es conmovedoramente larga".Pero lo más lamentable de toda esta operación montada por el Gobierno y el PSOE en torno al referéndum es el desprecio a la inteligencia del pueblo que ella supone. Con una enorme jactancia, han pensado que podían manipular a la opinión pública y "venderles, la nueva mercancía" con sólo algunas apariciones en televisión y radio, y a base de la probada "simpatía" y "facilidades de comunicación" que tiene el jefe, hacerle ver al pueblo que lo que antes era negro ahora es blanco, incluso "blanquísirno". Pensaron que lo institucional tiene, por otra parte, mucho poder de persuasión y arrastra a toda esa masa de rentistas, pensionistas, parados con seguro y, por supuesto, a los instalados en todos los niveles de la Administración y la política. Hay mucho neofranquismo sociológico que sacraliza el poder y piensa que ésteno puede equivocarse. En todo esto confiaron, a más de la trampa tendida a la derecha, que no podría oponerse a algo que coincidía con sus planteamientos: seguir en la OTAN. Su triunfo se presentaba, pues, casi asegurado. Y un rotundo sí en el referéndum suponía para Felipe dejarlo plebiscitado, indiscutible, ante las inmediatas elecciones. Ésta era la gran maniobra. Pero el gran fallo apareció cuando la derecha no acudió a la trampa -preconizó la abstención- y cuando el pueblo español -por las encuestas que se manejan- tampoco se "chupa el dedo". La situación se presenta, pues, pletórica de posibilidades para volver a la seriedad; y puede constituir una positiva llamada de atención para que el PSOE haga su autocrítica y se replantee de nuevo todo el camino hasta aquí seguido. Y no me refiero ya concretamente al tema de la OTAN, que es posiblemente irreversible, sino a toda su política general, tanto económica como social, administrativa y, por supuesto, de estilo.

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Hay, además, unas cuantas razones objetivas que, en mi opinión, justifican un "voto de castigo" -contra la opinión de dichos intelectuales- y en base a la forma manipuladora en que el referéndum se ha presentado.

1. En primer término, la misma formulación de la pregunta. Como es sabido, ésta ha sido elaborada "científicamente" por los expertos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) para, "psicológicamente", inducir al sí del pueblo. Se incluyen tres condiciones que son inverificables y, en el mejor de los casos, absolutamente hipotéticas. Y con algo tan infantil como cambiar OTAN por Alianza Atlántica, lo que recuerda las sustituciones de "obrero" por "productor", como antes se hacía, o de "paro" por "desempleo", como ahora se hace. Para mí, el gran fallo "científico" de la pregunta es que no tiene en cuenta que el pueblo español es más listo de lo que aparenta.

2. En segundo lugar, no se presenta el tema en su verdad. Porque la realidad es que no se trata de un problema de política defensivo-militar, sino de intereses fácticos, fundamentalmente económicos, que exigen nuestra integración en la OTAN como medio de garantizarle así una mayor seguridad. El propio presidente González, una vez terminado el debate parlamentario, dijo a algunos periodistas en el pasillo: "Si España rompe con la Alianza Atlántica, por ejemplo, la inversión de ATT en tecnología punta no se produce en España". Y no por casualidad Luis Solana, presidente de Telefónica y miembro de la Trilateral -a pesar de llamarse socialista-, ha sido el principal avalista de la OTAN. Nuestra integración, por tanto, tranquiliza al capitalismo de las multinacionales, de la banca, y a los poderes fácticos internacionales -léase EE UU- frente a posibles veleidades "neutralistas" intemas, que son menos controlables. Posiblemente aquí radiquen las raíces de tan profanda conversión.

3. Además se nos convoca a un referéndum que no va a servir -y ello lo sabe el Gobierno- para uno de los fines que se propone- la posibilidad de salir de la OTAN. Desde el momento en que el Gobierno y el PSOE han tomado una postura pro-OTAN -y, además, con los fervores de todo converso-, no pueden después, en virtud de una nueva pirueta ideológica, hacerse antiatlantistas. Ya sería demasiado. Denunciar el tratado exige la aprobación del Parlamento. ¿Con qué votos? Y en las siguientes elecciones, ¿qué propondrían? Excesivos interrogantes que no se satisfacen con decir que será "moral y políticamente vinculante". Estamos ya escarmentados de "ambigüedades calculadas", y los oportunismos tienen un límite. El Gobierno se ha comprometido tanto políticamente que ya no puede sacarnos de la OTAN. Luego de entrada, y en sí mismo, el referéndum es un engaño al electorado. Se le ofrece una posibilidad de decidir sobre algo que realmente no está en sus manos.

A raíz de esta consideración -amigos intelectuales y artistas- sí es necesario un "voto de castigo", y ello supone abrirse a la esperanza. Porque en modo alguno se nos puede coaccionar con el miedo a la derecha y al vacío político que ello pudiera originar, o con catastrofismos y "riesgos que serían imprevisibles". La técnica del "yo o el caos" está muy manoseada. Por el contrario, el no es un voto lleno de fe y posibilidades en nuestro futuro político, en cuanto es negarse a la mediocridad, las claudicaciones, el "partido monopolizaclor de todas las opciones", y, por el contrario, abrirse a la innovación, la creatividad y el cambio; propiciaría una etapa de autocrítica dentro del PSOE y la posibilidad de que emergiesen dentro del mismo otros valores más sinceros; abriría las puertas a un modelo de democracia más real, más participativa, y hasta a una nueva estructura de los partidos políticos, rompiendo su actual carácter de esclerosada maquinaria burocrática. El referéndum puede suponer una inflexión muy positiva en nuestra vida política. Y por último -y a título personal-, decir no es una reacción de dignidad herida, o al menos un acto, afirmativo de nuestra libertad, nuestra soberanía individual y nuestra capacidad crítica para "no dejarnos tomar el pelo".

José Aumente es doctor en neurología y psiquiatría y escritor.

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