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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Reyes en Marruecos

LA PRESENCIA del rey Juan Carlos, como invitado de honor exclusivo, en las fiestas conmemorativas del 25º aniversario de la subida al trono del rey Hassan II ha procurado un sentido particular a la celebración. Con el espectacular recibimiento que tributaron autoridades y población al monarca español, Marruecos ha querido afirmar, no sólo su relación cola España, sino también su vocacion europea. En un momento en que Argelia y Libia han estrechado sus vínculos y la alianza de Marruecos con Trípoli no parece tener gran porvenir, el Gobierno marroquí ha buscado subrayar la inclinación que, geográfica y pojíticamente, le hace tender a desarrollar sus contactos con Europa.Don Juan Carlos ha sido tratado no sólo con altos honores protocolarios, sino que se le ha acogido como un amigo de la familia real, con la que ha compartido dos días de estancia, en un clima afectuoso y distendido. Esta circunstancia ha sido rubricada con varios encuentros privados y públicos entre los dos monarcas, y durante estas fechas se ha acallado toda referencia marroquí a las plazas de Ceuta y Melilla. Ni en los discursos oficiales, ni en las informaciones de la agencia oficial MAP o en la Radiotelevisión Marroquí se hizo mención alguna. La posición de Hassan II respecto a esas reivindicaciones es posible que se conozca en la conferencia de prensa que se celebra mañana, pero es expresivo el voluntario silencio que se ha mantenido en este intervalo.

Este viaje era el primero que realizaba el Jefe del Estado a un país árabe tras el reconocimiento de Israel por el Gobierno de Madrid. Contando con, la acogida que se tributó al Rey español -presencia de Hassan II, del Gobierno en pleno y del jefe de las fuerzas armadas en el aeropuerto; alrededor de medio millón de personas en las calles- y la difusión televisada de este acontecimiento a la mayoría de las repúblicas y emiratos árabes, no es aventurado deducir el valor emblemático y positivo que supone para España.

Puede descubrirse, pues, un triple objetivo en el en cuentro de ambos reyes: el restañamiento de heridas recientes, producidas entre las comunidades de los dos países con motivo de la situación en Ceuta y Melilla; la demostración de la normalidad de relaciones entre España y el mundo árabe, y el interés que tendría Marruecos en no anudarse a Europa sólo a través de sus tradicionales relaciones con Francia. Marruecos es, efectivamente, un país tercero, competidor con algunos productos esenciales para su economía en los países del área de la Comunidad. Y si en una primera etapa de transición no va a salir perjudicado, a medio plazo sus relaciones bilaterales con España serán esenciales también en ese sentido, y no sólo en aspectos de seguridad y defensa.

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Las relaciones entre España y Marruecos se encuentran hoy pobladas de elementos de cooperación y conflicto. Aparte del contencioso ceutí y melillense, la aplicación de la ley de extranjería, de ser rigurosa, expulsaría del territorio español a miles de marroquíes que trabajan ilegalmente en España. Marruecos, víctima de una apurada situación económica, agravada por los gastos de guerra en el Sáhara, desea que las tensiones sociales no se agraven con el retorno de emigrantes. Igualmente, Marruecos podría recabar algún apoyo diplomático español, sin duda difícil, en su conflicto sahariano. La ofensiva diplomática de Argelia y del Frente Polisario ha logrado que 16 países de América Latina hayan reconocido ya a la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), y el contrapeso sería una mediación española en aquel conjunto de naciones, además de una cierta tolerancia de parte europea. La coincidencia de esta fiesta real con el décimo aniversario de la creación de la RASD y de la evacuación, también, del último soldado español del Sáhara occidental no son acontecimientos sin significado.

Tras años de disputas, las relaciones bilaterales parecen haber alcanzado un mayor grado de entendimiento, especialmente después de la visita que realizara Felipe González. El problema pesquero entró en una nueva vía de acuerdos y la Moncioa no ahorra ahora gestos políticos de acercamiento. Por primera vez en los últimos 25 años, los ejércitos de aquel país y de España participan conjuntamente en una cooperación de alto nivel, que incluye maniobras conjuntas en los dos territorios de unidádes de la aviación y de la marina. La flota de guerra marroquí, de otra parte, se está constituyendo poco a poco sobre la base y el modelo de unidades de fabricación española.

En este marco general es posible concluir que la visita del Rey español, dado el énfasis que Marruecos ha puesto en ella, abre una buena ocasión para multiplicar la presencia económica y política española en ese país del norte de África.

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