Acción y caramelo
No es la burda y sangrienta parodia de Rambo, no es una película del reaganismo enrabietado y exasperado, pero Noches de Sol lleva dentro, en tonos dulzones, una buena carga de nostalgia de pura cepa de guerra gélida, ese ingenuo, casero y amistoso, nacionalismo estadounidense que se edifica al revés, no por méritos propios sino por deméritos ajenos, como choque y referencia al gran, al eterno enemigo galáctico, la Unión Soviética, concebida como coco autoafirmativo de la propia bondad.Pero esto es lo de menos -salvo el indigerible personaje que compone con una sola cara y menos oficio el director polaco Jerzy Skolimowski, metido aquí en faenas de malísimo, durísimo y por supuesto completamente idiota, para consuelo del FBI, policía ruso- en este irregular filme de Hackford, que contiene maravillas extracinematográficas, como las joyas visuales en que el superdotado Mijail Baryshnikov danza, y otras, más cinematográficas, en las que Gregory Hines actúa y baila claqué con auténtico desgarro.
Noches de Sol
Director: Taylor Hackford. Guión: Goldrnann y Hughes. Música: Columbier y Ramone. Coreografía: Twyla Tharp. Producción: Taylor Hackford y William S. Gilmore para Columbia Pictures. Norteamericana, 1985. Intérpretes: Mijail Baryshnikov, Gregory Hines, Geraldine Page, Helen Mirren, Jerzy Skolimowski, Isabella Rossellini. Estreno en cines Aluche, Cartago, Juan de Austria, Palacio de la Música. Madrid.
Esto es, con mucho, lo mejor de la película, y aunque fuera sólo por estas delicias de gracia y elegancia -excelentemente fotografiadas- merecería verse Noches de Sol. Pero la película no es esto sólo: entre bello numero y número más bello hay mucho celuloide tontorrón e inútil, paradójica, obsesiva y turísticamente fijado en la triste hermosura urbana de Leningrado.
Y, sobre todo, hay en la estructura del relato una contradicción flagrante: un filme cuyo esquema es de acción pura, un thriller de acoso policiaco, discurre sobre un tempo lírico de melodrama tierno, tan de media e intimista tinta, que se da de patadas con aquel esquema. Una virulenta antinomia de estilo que hace de Noches de Sol un filme de buen formato, con momentos bellísimos de detención de la acción y un desarrollo totalmente erróneo, por carecer de trepidación, de esta.
Babelia
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