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El hechizo

Osvaldo Pugliese pasó por España en septiembre como de puntillas. Dio dos conciertos en Barcelona y uno en Madrid, y muy poca gente se llegó a enterar de que había estado aquí uno de los más grandes compositores e intérpretes de toda la historia del tango. Ahora cumple 80 sorprendentes años. Es un viejecito menudo, sermentoso, enjuto, miope, pulcro y atildado, nervudo y tieso como una vara verde. Parece más un asceta riguroso que un músico que se ha pasado la vida envuelto en melodías de arrabal. Su existencia es una conjunción exquisita entre el tango y la lucha por la libertad. Ni la perse cución peronista ni las infinitas noches de cafetín porteño han dejado amargura o estoicismo en este hombre aparentemente frágil.Se hizo comunista en el año 1936 al leer en la Prensa de su país las noticias de la guerra civil española. Y pagó muy cara su militancia. Fue perseguido y censurado por el peronismo, pero era tal el talante humano y profesional del maestro que sus músicos, cuando estaba detenido, colocaban el retrato de Osvaldo en el escenario y la actuación transcurría con un foco dirigido al piano vacío.

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Festín de sensaciones

Esuchar en directo a Pugliese es participar en un festín de sensaciones, en una desmesura de magia y de magisterio. En Madrid se presentó con una orquesta de tres bandoneones, cuatro violines, un contrabajo y el piano. Durante todo el concierto Plugiese permanece estático ante el piano, pero siguiendo el ritmo con el pie de una forma enérgica, vibrante, contundente, inimaginable en un anciano de 80 años.

Pugliese da al tango toques de misticismo apasionado, de metafísica sensual, y produce bellezas inquietantes. Cuando él toca el piano demuestra nítidamente que el tango no es un catálogo de desdichas asilvestradas, sino más bien un compendio de pasiones conte nidas que se mueven a ritmo libidinoso, obsesivo, ineludible. De cuando en cuando el ritmo se distorsiona, callan los bandoneones y el piano susurra algún suspiro sosegado (acaso es un lamento). Pero enseguida vuelve el vértigo, la furia, el despecho, la carne' ' Y la canción termina casi siempre bruscamente, como la vida. Cuando le recordamos que algunos autores, entre ellos Borges y Lugones, defienden que el tango nació en el lupanar, Osvaldo discrepó con amabilidad, con energía y con orgullo de clase: "El tango nació en el alma de los trabajadores del extrarradio". La fugaz e inolvidable actuación de Pugliese en Madrid puso de manifiesto que en España el tango es casi un desconocido, a pesar de que siga siendo pieza obligada de cualquier orquesta de música popular y a pesar de que desde hace un par de años cuatro músicos rabiosamente rockabillys se hayan pasado al tango y lo hayan infiltrado en los tugurios más representativos de la noche pop madrileña, el grupo Malevaje. De la extensa discografia del maestro Pugliese, en España no existe ni una sola grabación, seguramente también por secuelas de su reiterada militancia. Pugliese tiene que ser editado en España. Pugliese tiene que volver porque él es el tango.

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