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El socialismo y Humpty Dumpty

"Cuando yo uso una palabra", insistió Humpty Dumpty en tono desdeñoso, "quiere decir lo que yo quiero que diga, ni más ni menos"."La cuestión es", insistió Alicia, "si se puede hacer que las palabras signifiquen cosas diferentes".

"La cuestión", cortó Humpty Dumpty, "es saber quién manda... eso es todo".

Lewis Carroll: A través del espejo. En este breve diálogo, que Carroll, dicen, escribió para niños, se encierra probablemente la síntesis de una confusa relación: la existente entre "los intelectuales y el poder" o quizá, con algo más de precisión, la relación entre la ideología y la política.

Nadie medianamente informado podrá negar que durante los últimos 10 años han cambiado en España tantas cosas que apenas es imaginable la realidad asfixiante del franquismo. Junto a esa auténtica revolución política, la izquierda española ha sufrido cambios de tal envergadura que hoy es difícil saber dónde anda cada quien y hacia dónde camina.

La crisis ideológica de la izquierda española tiene fuertes componentes foráneas, pero también las tiene propias. Las primeras pueden resumirse en dos hechos relativamente recientes: 1. El hundimiento del llamado socialismo real como modelo de sociedad. 2. La crisis económica.

El primero, la crisis del socialismo real, ha terminado por convertirse en la crisis del marxismo, con el riesgo añadido de tirar al niño con el agua sucia, pues tantas han sido las prisas de algunos por superar al marxismo que, habrá de reconocerse, bastante veta se ha arrojado pegada a la ganga, debido seguramente al efecto pendular que todo cambio ideológico trae consigo. El segundo hecho, la crisis económica, ha presionado de tal suerte sobre las políticas económicas europeas, que lord Keynes ha pasado a ser un peligroso aventurero. La reducción del margen de maniobra de las políticas socialdemócratas denominadas, imprecisamente, estado del bienestar hace que las políticas de izquierdas sean hoy parcas y estabilizadoras. En estas circunstancias, la izquierda europea, que está en el poder en no pocos países, se nos aparece haciendo una política excesivamente similar a la que no hace tanto tiempo proponía en sus programas la derecha moderada.

Sin embargo, no puede afirmarse que la oferta socialdemócrata europea sea igual a la que hoy promete o hace la derecha, y mucho menos en España, pero es bien cierto que ello se debe a que esta última ha evolucionado hacia posiciones ideológicas que, en su oferta, global son verdaderamente manchesterianas.

La crisis sorprendió a la izquierda española en plena carrera de aproximación a la realidad. Viaje, sin duda, necesario, pero en el que ha corrido el riesgo, que ya Marx (Groucho) había previsto, de ir de la nada del sectarismo a la más absoluta miseria del pragmatismo.

Pragmatismo, necesario también, si se tiene en cuenta que en esa andadura el PSOE ganó unas elecciones generales y algunas otras autonómicas y municipales. Lo verdaderamente original en el caso español es que el proyecto político de la izquierda, en nuestro caso el proyecto del PSOE, contenía entonces, y contiene ahora, una envoltura general que no tiene equivalencia en ningún otro país europeo: el PSOE traía en su programa un proyecto político nacional: consolidar la democracia en España, es decir, construir la estabilidad del Estado sobre el consenso constitucional. El ser un proyecto integrador de tipo nacional tiene las ventajas que se perciben cada día: su viabilidad y su apoyo en la ciudadanía, pero tiene un grave inconveniente ideológico: la de convertirse en un proyecto sustancialmente nacionalista. Parecería que la izquierda de hoy, a imitación de los liberales decimonónicos, ha descubierto la nación sin tener en cuenta que el nacionalismo es una componente ideológica tan potente que suele ensombrecer a las comparsas.

Con una realidad mundial difícil, dentro de un proyecto nacional que para muchos puede resultar minimalista, como ya se apuntó, la política que puede hacerse desde el Gobierno no tiene mucho margen de maniobra, y no lo tiene, para empezar, porque los datos externos son de tal magnitud que los grados de libertad para la decisión resultan mínimos. El sistema financiero internacional es un dato y lo mismo ocurre con el sistema defensivo. Romper esos datos parece labor de la izquierda, pero difícilmente es labor para la izquierda de un solo país y en una sola legislatura.

Lo llamativo, en este azaroso tiempo, es que no existe un pensamiento sólido e influyente que facilite un proyecto viable para

Pasa a la página 12

El socialismo y Humpty Dumpty

Viene de la página 11romper con los datos del problema. Más bien, al contrario, ocurre que son quienes detentan el poder político los encargados de emitir, pegados al realismo, las nuevas ideas. Por citar tan sólo un ejemplo, el actual ministro de Industria ha generado en tres meses tanta ideología como Pablo Iglesias, aunque, para decirlo todo, no del mismo signo. Por cierto, que ese neopapanatismo tofleriano acaba por resultar un tanto zarzuelero, pues viene a decir lo que con más gracia ya expresó aquel contable, a saber: "Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad". Así, mañana todo será distinto. Entonces, y no antes, habrá de repensarse el mundo desde una nueva perspectiva mucho más favorable. En fin, se está ante la vieja y cristiana postura que consiste en obviar el presente echándole encima un improbable, dudoso y paradisiaco futuro.

La práctica del poder va hoy permanentemente por delante, limitándose la teoría a racionalizar a posteriori lo ya realizado. Ni faltan, ni faltarán, teóricos dispuestos a explicar las confundidoras palabras de Humpty Dumpty, además sin miedo a caer en contradicción.

El encuentro con el poder ha venido a añadir un problema, seguramente menor, en forma de una nueva actitud, derivada ésta de la manera como se está ejerciendo el poder en relación con las propias huestes. Esa actitud, cuyos practicantes empiezan a ser legión, consiste en tomar como razón incuestionable de verdad las odiosas palabras de Humpty Dumpty: lo importante es saber quién manda, pues quien manda será el único capaz de hacerse entender, aun con palabras ininteligibles.

Se ha dicho que "sin teoría no hay práctica revolucionaria"; no conviene ir tan lejos, pero la práctica política, y especialmente la ejercida desde el poder, por fuerza, tiene una pesada componente de coyunturalismo, de donde se deduce la necesidad de invertir los términos del problema, o, dicho de otra forma, es preciso señalar la diferencia entre la reflexión para justificar y la reflexión para abrir un camino. Para la primera siempre habrá voluntarios; lo difícil es saber cómo se emprende la segunda. Parece justificado afirmar que es en torno al PSOE como puede construirse un entramado de ideas, no necesariamente para mañana, ni siquiera con la vista puesta en las próximas elecciones, pensando que necesariamente la actual vía se agotará en algún momento, además, probablemente, con éxito; pero mucho antes será necesario tener algunos raíles puestos en la vía, pues, de no ser así, no se perderá ningún tren; ocurrirá, simplemente, que éste descarrilará, o, lo que puede ser peor, es posible que el vehículo tome un camino no deseado. Además puede añadirse, en título de celuloide rancio, que, siempre "hay un camino a la derecha".

Para este viaje no va a servir demasiado la vieja literatura de don Luis Araquistáin, pero tampoco es cosa de sustituirle, a todo correr, por Steven Spielberg.

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